Gustav, Hanna Ike… ¿Kyoto?

Gustav, Hanna Ike… ¿Kyoto?

El nombre de Kyoto, ciudad considerada centro cultural de Japón, parecería no encajar entre los nombres asignados a  huracanes y tormentas que han estado azotando la región del Caribe y los Estados Unidos.

Sin embargo, Kyoto guarda una relación vinculante con estas perturbaciones, pues allí se firmó, y lleva su nombre, el protocolo que traza las pautas para luchar contra el calentamiento global y la política industrial irresponsable de algunas potencias, como Estados Unidos, por ejemplo, que se resiste a asumir compromisos para disminuir las emisiones de dióxido de carbono (CO2).

La apretada secuencia y el comportamiento a veces atípico de las perturbaciones atmosféricas que han afectado  el Caribe y  Estados Unidos es una consecuencia directa del calentamiento global y una expresión práctica de lo que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) previó al convocar la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.

La pregunta forzada es cómo hacer que las grandes potencias, en su calidad de grandes emisores de CO2,  asuman de pleno los compromisos en que se basa el Protocolo de Kyoto. Aunque parezca remoto, nuestros países, en algún momento, tendrán que ocuparse de este asunto en los foros internacionales, habida cuenta de que son los más perjudicados por la política industrial irresponsable.

Nuestros héroes anónimos

En estos días de sobresaltos por las perturbaciones atmosféricas es frecuente ver en la prensa fotografías de las cabezas visibles de la previsión y el auxilio. Esas personas tienen a su cargo el manejo de la logística macro que busca mitigar los sufrimientos a que son sometidas las familias en zonas de riesgo cada vez que nos azota una tormenta o huracán. Ellos dirigen a cientos de hombres y mujeres que se encargan de materializar las evacuaciones y rescate.

Pero detrás de esas caras visibles, de altos méritos por su trabajo, hay cientos de héroes anónimos que ponen en juego sus vidas por las vidas de los demás. Nuestros socorristas son personas con vocación de servicio y sentido humanitario, que han hecho sacerdocio de su trabajo, sin temerle al peligro ni escatimar sacrificios. En tiempos de tormenta, el deber les impone que se aparten de sus propias familias para salvar las ajenas. A ellos les damos la medalla de nuestra admiración y reconocimiento.

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