Gustavo Guerrero – Famosas bofetadas

Gustavo Guerrero – Famosas bofetadas

Recién, en el mes de mayo pasado, le propinaron una tremenda bofetada nada menos que al canciller alemán Gerhard Schroeder en un mitin del Partido Socialdemócrata en ocasión de las elecciones al Parlamento Europeo.

El Canciller recibió su pescozón mientras firmaba autógrafos entre nuevos miembros de su partido. Su correligionarios no pudieron impedir que un hombre de unos 40 ó 50 años se acercara al notable político y de sorpresa lo castigara con su mano derecha.

La noticia quisieron pasarla por desapercibida porque Schroeder no reaccionó violentamente como se esperaba de un alemán de pura raza y, en cambio, después de quitarse de encima al agresor, prosiguió hasta terminar su tarea política. Pero el pescozón le fue propinado como una rebeldía a su programa político y no se pudo evitar que por los medios electrónicos disponibles la noticia recorriera el mundo ante el espanto, principalmente, de los latinoamericanos quienes consideran como una suprema ofensa una agresión a pleno rostro.

Estas son cosas de la política dijeron los estoicos alemanes, pero deben considerarse con la mayor seriedad, opinaron otros, porque el caso del expresidente del Partido Socialdemócrata Oskar Lafontaine así lo explica. Lafontaine siendo candidato a la Cancillería, en 1990, fue asaltado por una perturbada mental que le clavó un cuchillo en el cuello salvándose milagrosamente a este salvaje atentado.

En muchos pueblos una bofetada tiene una connotación grave a tal punto que luego de una agresión de este género, se produce un altercado que muchas veces termina en la muerte del agresor.

Así sucedió con un hombre de notable personalidad por su valor comprobado, llamado, por su temperamento temerario, Ciclón.

Por razones que no han sabido explicarse, Ciclón fue a parar en calidad de detenido a la Fortaleza Ozama, donde estaba como jefe de ese recinto militar el General Federico Fiallo.

Fiallo lo miró de arriba a abajo y le dijo con marcada ironía: «Este es el guapote de que tanto se habla, aquí le quitaremos su fama». Ciclón le ripostó: «Ni ud. ni nadie me quita mi temperamento». Fiallo se abalanzó sobre Ciclón y este rápido le propinó una bofetada que lo hizo retroceder por el impacto. Claro, los conmilitones de Fiallo se abalanzaron sobre Ciclón reduciéndolo a la impotencia. Fiallo rojo de ira ordenó que lo amarraran a un poste. Ciclón forcejeando le gritaba: «Sueltame para que veas lo que es un hombre». así maniatado Fiallo lo asesinó friamente como un asunto de su personal disposición sin estar sujeto a orden superior alguna como él acostumbraba hacerlo.

Así terminó la vida de un hombre de reconocida valentía. Pero quedó su recuerdo, especialmente en San Pedro de Macorís.

Cuando los marines norteamericanos intervinieron a nuestro país ocurrieron, a la ciudadanía, muchos abusos.

En San Pedro de Macorís, en el barrio de las prostitutas llamado La Arena, una tarde, un marino norteamericano, fornido de seis pies de estatura, golpeaba a una pobre mujer porque ésta no se prestaba a sus caricias extrañas. La golpeada sin cesar, con furia y entre golpes y golpe le hundía la cabeza en un tanque con agua sucia. La mujer desesperada gritaba por auxilio y, por suerte, sus lamentos tuvieron una acogida favorable, porque impasible, contemplaba aquella escena Ciclón.

Cuando el marino dejó sangrante y tirada por el suelo a la mujer, Ciclón se acercó al norteamericano y le dijo en tono reposado: «lo que le hiciste a esa mujer, ahora te lo voy a hacer a tí». Y rápido con su formidable musculatura en juego, propinó una tremenda golpiza al marino, alternando los golpes con frecuentes metidas de su cabeza en el tanque con agua sucia. Lo vapuleó tan fuertemente que lo dejó tirado sin aliento en el suelo.

Ese era Ciclón, quien murió asesinado por propinarle un pescozón al General Federico Fiallo, según el relato de un viejo amigo de este dominicano valiente y audaz.

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