Ha muerto un sembrador

Ha muerto un sembrador

Recibí la noticia del fallecimiento de don Luis Crouch Bogaert, y aunque triste por su despedida del mundo terrenal, celebro su vida fructífera y la oportunidad que muchos tuvimos de haberlo conocido de cerca en calidad de amigo, mentor y consejero.
Además de sus logros como empresario innovador y exitoso, en los sectores agropecuario e industrial, don Luis fue un gestor y colaborador de numerosas iniciativas para el bien común. Junto a Alejandro E, Grullón E., Jimmy Pastoriza, Salvador Jorge Blanco, José León y otros, fue uno de los fundadores de la Asociación para el Desarrollo de Santiago, (APEDI), en el 1962, organización que respaldó la creación de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), el Instituto Superior de Agricultura (ISA), Plan Sierra, y otras instituciones de gran trascendencia en el progreso social y económico del país.
Su estatus económico y social, y apariencia aristocrática de noble inglés contrastaba con su humildad y sencillez. En sus empresas y hasta en su propia residencia, apartaba tiempo para debatir ideas de progreso, y como si fuera el padre de los que buscaban su orientación, fueran profesionales o estudiantes, se empeñaba en identificar y conseguir oportunidades para su mejoramiento educativo.
Se apasionó con la educación y la innovación tecnológica, temas que apoyó desde el establecimiento de organizaciones que la promovieran hasta involucrarse directamente en el estudio de sus factores retardatarios, y en el debate de alternativas para su mejoría, a veces como charlista, ensayista o como un simple estudiante universitario.
Cuando a principios de los años ochenta el sistema de investigación agrícola del país colapsó, don Luis, junto a otros profesionales interesados libramos una dura batalla para recuperarlo. Cuando creíamos que la promulgación de un decreto que creaba el Instituto de Investigaciones Agrícolas (IDIA), en el 1985, abría la puerta para relanzar el sistema, éste murió al nacer. En tiempos posteriores se consiguió más entendimiento y apoyo y se creó el actual Instituto de Desarrollo Agropecuario y Forestal (IDIAF).
La participación de don Luis en la mesa de directores de universidades foráneas y de instituciones internacionales, dedicadas a la investigación y transferencia de tecnología, le permitieron establecer programas de colaboración con muchas de nuestras agencias nacionales.
Sus últimos años los dedicó al Centro de Desarrollo Agropecuario (CEDAF), institución que ayudó a crear junto a José Miguel Bonetti y el autor de este artículo. Ocupó por mucho tiempo la vicepresidencia de esa organización, donde tenía una oficina y cumplía horario de trabajo como uno de los empleados del centro. El financiamiento de proyectos de investigación agropecuaria, el desarrollo de programas de maestrías con varias universidades, el apoyo de redes de colaboración entre agentes de los sectores productivos, y el análisis recurrente del estado de la investigación en el país, fueron algunas de sus preocupaciones constantes.
Antes que la sensibilidad hacia el cuidado del medioambiente aumentara exponencialmente a raíz de la Cumbre de Río, en 1992, don Luis se había convencido de la necesidad de multiplicar esfuerzos para que los sectores gubernamentales, académicos y productivos adoptaran políticas de desarrollo sostenible. Además de propiciar el cambio para que la Fundación de Desarrollo Agropecuario y Forestal, predecesora del CEDAF, incorporara en su agenda asuntos medioambientales, facilitó el apoyo de esta última para establecer en el país el Parque de la Biodiversidad y el Parque de Las Neblinas, con fines de proteger recursos naturales y funciones medioambientales sensibles.
Si la República Dominicana hoy cosecha éxitos en muchos renglones educativos e innovaciones en el sector agropecuario y forestal se debe a la mano sembradora de don Luis, a su esfuerzo personal y a su humildad para buscar la colaboración de otros.
Que el Señor lo haya acogido en su seno.

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