Ha nacido una nueva diciplina : La sicogenealogía

Ha nacido una nueva diciplina : La sicogenealogía

§-12. En el prólogo al libro de la periodista científica Nina Canault “Cómo pagamos los errores de nuestros antepasados”, Anne Ancelin Schützenberger precisa más detalladamente su posición con respecto a lo que no es la sicogenealogía.
La autora pondera la obra y afirma lo siguiente: «ni la práctica clínica ni el saber terapéutico-psiquiátrico-analítico-clásico son suficientes» para explicar el relato bíblico de las uvas verdes que comieron los padres y «los hijos han sufrido por ello [durante] tres o cuatro generaciones’». (P.10).

Schützenberger propone los términos de “transgeneracional”, «genosociograma, psicología clínica, así como psicoterapia transgeneracional clínica, partiendo de la práctica clínica analítica (y sin hacer ninguna referencia al esoterismo, a la transmisión del pensamiento, al tarot, o a la astrología que utilizan algunos autodidactas y que para mí están más ligadas a ‘las artes’ que a ‘la ciencia’)» (Ibíd.).
La autora opera una ruptura con las modas, por lo general pasto de logreros, oportunistas y charlatanes como ocurrió con el sicoanálisis en los Estados Unidos, donde se llegó a decir que había más divanes que sicoanalistas en la autopista de Nueva York a Boston.

La autora advierte los peligros de la mala práctica de la terapia transgeneracional por parte de improvisados: «Estas personas (que no son analistas y no entienden ni el inconsciente ni la transferencia del mismo y con el que juegan a veces inconscientemente) a menudo mantienen a las personas enganchadas, impidiéndoles realizar la verdadera psicoterapia que necesitan en realidad y [les impiden] asumir su verdadera independencia de adulto, responsable de su vida, de su porvenir y de su salud». (Ibíd.).

Schützenberger explica su ejercicio profesional y el de sus colegas: «Nosotros trabajamos a partir de planteamientos científicos y analíticos clásicos, los pies en la tierra y ‘a pie de campo’ [,] de libros y crónicas de historias, papeles familiares, partidas de nacimiento, de defunción, bautismos, matrimonios, registros civiles, médicos, (militares, notariales y funerarios, es decir, hechos constatables». (Pp. 10-11).
Precisa que «las declaraciones, los recuerdos, los sueños, las asociaciones de ideas, las pesadillas y otros males, en definitiva lo vivido de forma activa, clínica y psicopática, son como una expresión, un grito, una llamada de auxilio, un trauma que generalmente proviene de lejos. Representan las hipótesis que conviene escuchar y entender por respeto a la persona que los sufre, pero que se deben verificar”. (P. 11).
Schützenberger explica el sentido de trauma: «es un acontecimiento demasiado difícil para el espíritu y para el corazón, demasiado horrible, inhumano, monstruoso, que nuestras estructuras mentales, individuales y colectivas no consiguen digerir, igual que un bombardeo aniquila una ciudad (…) igual que los campos de concentración (el holocausto), como la guillotina durante El Terror (1793), similar a la carnicería de la batalla de Sedan (1 de septiembre de 1870), o la bomba de Hiroshima». (Ibíd.).
§-13. La terapista explica por qué y cómo los traumas mentales históricos vienen de muchos siglos atrás: «La derrota de los serbios en Kosovo hace setecientos años, a consecuencia de la batalla acaecida el 28 de junio de 1389, hizo perder al jovencísimo Estado serbio su independencia (en particular después de la caída de Constantinopla), derrota que se convirtió casi en un duelo nacional y se entonó en diversas canciones heroicas durante centenares de años”. (Ibíd.)

El intelectual que no conozca los intríngulis de este u otros acontecimientos no entenderá el asesinato «en Sarajevo del archiduque Francisco Fernando de Austria y Hungría, una visita considerada como una provocación, el día del aniversario de la pérdida de Kosovo, por los serbios. Él fue asesinado, hecho que desencadenó la guerra de 1914-1918 y sus millones de muertos”. (Ibíd.).

Tampoco entenderá que “la historia se repite (como por una retrospectiva temporal) el 28 de junio de 1989 con la conmemoración, por [Slobodan] Milosevic, de aquella derrota de Kosovo de 1389 y el regreso de los restos morales de san Lázaro (príncipe serbio Lázaro) asesinado el 28 de junio de 1389 por los musulmanes otomanos. Este será el desencadenante de la masacre (genocidio) de los musulmanes de Albania y de Kosovo. Una revancha, seiscientos años después de un trauma nacional, cuyo duelo no se había realizado jamás”. (Ibíd.).

Schützenberger evoca también como un acto similar de venganza el atentado a tiros sufrido por el papa Juan Pablo II el 13 de mayo de 1981 a manos de Alí Agca, joven turco musulmán, quien al obrar con una memoria de más de mil años creyó ver en el pontífice al responsable histórico de las matanzas perpetradas contra su etnia por parte de los que dirigieron las ochos Cruzadas contra los pueblos árabes desde 1096-99 hasta 1270. (La autora cita, pp. 178 y 230, n. 4, el libro de Amín Maalouf, “Les Croisades vues par les Arabes”. París: Lattès, 1983).

§-14. El surgimiento de los Talibán-Al Qaeda-Ejército Islámico y del Levante una guerra total a muerte contra Occidente y sus aliados árabes ¿es una respuesta a las Cruzadas, la colonización europea de África o la “vendetta” ante la derrota y muerte de Abderramán por Carlos Martel en Poitiers en 732, derrota que detuvo la irresistible expansión del Islán en Europa? Es muy prematuro para saberlo, porque hay que desenredar la madeja del confuso panorama de intereses envueltos en esa guerra inter-imperialista. Se desconoce quiénes aportan los recursos y las armas de guerra ultramodernas a esas organizaciones radicales que eliminan incluso las reliquias arqueológicas antiquísimas, aunque se trate de las ruinas de Palmira, Babilonia o Asiria, levantadas hace miles de años.

Schützenberger cita el caso similar de la expulsión de los judíos de España, que Jacques Attali dice «fue un éxodo-exilio-emigración, un sálvese quien pueda precario, que a menudo terminaba mal, parecido a las huidas actuales de los ‘boat-people’. Todo ocurrió dentro de un contexto difícil y supuso una elección penosa: partir sin bultos, abandonando todos los bienes, o convertirse por las buenas o por las malas al catolicismo y de ese modo quedarse, en un clima de sospecha perpetua, como ’marranos’ convertidos y vigilados por la Inquisición. Incluso para los que partían por mar, existía el riesgo del abordaje de las embarcaciones por parte de los piratas, el riesgo de la esclavitud, del asesinato o del naufragio.

Algunos partieron con Cristóbal Colón el 3 de agosto de 1492, último día que se permitió a los judíos permanecer en territorio español». (Pp. 230-231, n. 6 del libro ‘1492’ de Attali citado por Schützenberger). ¿Hubo sefardís entre los libertadores de América hispánica?

Las colonias españolas de América dieron al traste entre 1810 y 1898 con el dominio del imperio español y el trauma mental del asesinato de miles de indígenas y negros esclavos fue resarcido con el ajusticiamiento de los peninsulares que osaron enfrentar a los grandes libertadores.

En el caso de los miles de sefardís que huyeron de España no se ha hecho justicia. A más de 500 años del suceso no basta con la disculpa o el perdón ni la atribución de ciudadanía a los descendientes de aquellos parias. En los países del primer mundo, el perdón está hoy de moda. Para que este sea creíble, se necesitan cinco condiciones: 1. Expresar arrepentimiento 2. Aceptar la responsabilidad 3. Restituir o reparar el daño 4. Arrepentirse genuinamente, y 5. Pedir perdón (Chapman y Thomas. “Los cinco lenguajes de la disculpa”. Carol Stream, Ill. Tyndale, 2006).

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