“Habitantes del tedio” de José Enrique Delmonte

“Habitantes del tedio” de José Enrique Delmonte

Exploremos la poesía del escritor José Enrique Delmonte,   es decir,  la manifestación de la belleza por medio de su palabra.

La poesía como arte se vive, se siente, se ama y se responde a ella como se responde al arte visual: a través del asombro y la identificación con su dimensión estética.

El poeta y su lector se funden a través de la palabra, a veces, encontrándose en un mismo significado y, en otras ocasiones, a través de una palabra cuyo contenido retrotrae a ideas totalmente diferentes dada la individualidad de cada miembro del binomio poeta y lector, pero siempre atada a los arquetipos que tanto trabajo Carl Jung.

Exploremos la poesía del escritor José Enrique Delmonte, es decir, la manifestación de la belleza por medio de su palabra. Lo haremos a través de su poemario “Habitantes del Tedio” y tomaremos en cuenta las palabras de Roman Jakobson de que el valor estético de un texto puede residir en aspectos temáticos y de contenidos porque la buena poesía se manifiesta tanto en imágenes como en sentidos.

En la obra de Delmonte las relaciones entre el arte, la existencia, los mundos ocultos y la ficción poética se evidencian. Su poesía se edifica no solo con los prototipos de las cosas existentes sino que penetra mundos intangibles. Y es que nuestro autor viene del mundo de la arquitectura, arte que produce originales que emanan desde el vacío y al mismo tiempo vuelven a él seduciéndolo, ocupándolo, convirtiéndolo en manifestación de la mente originaria. Se trata de un transitar del caos al orden absoluto, apacible y armonioso. Un juego entre la materia pesada y la sutil, encuentro y desencuentros de formas que parecen flotar. Y así nos dice Delmonte

“Y quedaría atrás el mito de volar sin tener alas/ o el sobre mito de parecerse al trueno/ Ya no sería nuestra la magnitud del tiempo/ Que derrochábamos en grupo, apegados al fervor/….Era justo la amplitud de esa angustia colectiva/ que nos llenaba de peso/ que nos cargaba de dudas/ que nos agigantaba la pena/ que nos prohibía lo absurdo.”

Nuestro poeta tiene desarrollada la capacidad de protagonizar el espacio. Del vacío genera nuevos mundos, crea algo tangible para sin darse cuenta provocar en otros sentimientos inesperados. Pero en todo gran arquitecto hay un mensaje oculto superior a todo lo visible y es eso lo que define su genialidad.

El arquitecto plasma en papel o en un ordenador sus ideas y las convierte en realidad a través de la ciencia, mientras, el poeta usa el papel para plasmar palabras creadoras de mundos sensibles. Y así, la arquitectura impacta la vista como el poema el espíritu.

José Enrique Delmonte con una mente acostumbrada a trazos, líneas y razonamientos busca salir del mundo de la racionalidad y aun así queda tocado por su influjo, quedándose con lo mejor de su arte cuando logra una poesía que no logra su efecto a través del impacto inmediato sino de un sentimiento perecedero que se convierte en parte del ser. Son experiencias diferentes, pero con las afinidades que da todo proceso creativo que tiene como fin la obra de arte. La buena arquitectura es pura poesía en las sutilezas de su manifestación y en los simbolismos que embarazan su cuerpo como el poema que dilata y expande nuestro espacio vital para finalmente liberarlo.

La poesía pura, por su lado, refleja una visión purificada, exaltada y depurada de la realidad, pero distinta o distante de ella. Cicerón sostuvo que el arte imita las ideas y que estas residen en la mente. Y es que los prototipos de belleza que el arte imita no provienen de los sentidos, aunque los provoca, sino de la imaginación y el pensamiento, de la interioridad del ser, siempre intuitiva y visionaria.

José Enrique Delmonte manifiesta su primer amor, la arquitectura, en su obra. Queda impregnada como el primer beso impregnado en el alma: las líneas convertidas en horizontes; el espacio en vacío del alma solitaria que comunica ecos que retornan en voces o descansan en las manos y se convierten en sirenas o cabalgan sobre la espalda de las hojas; basta mirar el horizonte, nos dice, para saberte de este lado, no es suficiente la nostalgia para tantas repeticiones de asombro. Y entonces las grietas se convierten en una.

“Una grieta se ensancha/el rayo se desvanece/la caravana de verbos/huyéndoles a la mudez/ y la tierra-confusa aferrada a la dureza/ del tiempo que la comprime hasta volverla un pliego/ hasta destruir las voces que sujetan la redondez de lo posible”.

Y sigue su amor manifestándose cuando nos dice:
Una línea es eso, una marca que te coloca de un lado o de otro….Hay universos que no se tocan…. retiradas en solitario hacia el punto mismo….

Esta experiencia atemporal actualiza los valores del texto y se produce siempre en el ahora porque su poesía es exteriorización de una fuerza interior, dada la sensibilidad o la imaginación del poeta. Poesía como proyección de la subjetividad del escritor.

En “El silencio se apresuran los olores” susurra el bardo… Y luego, muestra la fuerza de la naturaleza que se mezcla con el inevitable toque de las creencias únicas del poeta para presentarnos:

“Me siento en el tejado/ un festival de aves llama al día/ se confunden con campanas/ que muerden el suspenso/ refieren acechar el derrame de la luz/ son conquistadoras del rocío que saltan sobre la incertidumbre”

Hay algo que aprender a través de la poesía. Sobre todo en aquellos poemas únicos y personales como los de este poemario. Al oír un poema observamos y reflexionamos sobre la voz que escuchamos, los gestos del poeta, los movimientos del cuerpo, mientras pensamos en su significado y nos damos cuenta que la poesía toca al hombre y lo convierte en un ser capaz de hacerse uno con el arte. Este tipo de atención centrada, es una forma elemental de aprendizaje: acoplamiento entre lo físico y lo intelectual para impregnarnos del aliento poético que surge de las profundidades primigenias del alma.

Me parece que una buena manera de terminar este encuentro es presentándoles la reflexión poética que hace José Delmonte acerca de un tema que nos toca a todos en este siglo tan lleno de oscuridades y temores:

“El miedo es olor de cosas añejadas que revela la pequeñez de la voz/ borde de caídas suspendidas en sí mismas/se asemeja al vacío de las horas perdidas/luminaria que señala la gravedad de las sombras”.

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