Hábitos del conservadurismo

Hábitos del conservadurismo

Dalai Lama utiliza palabras sabias cuando expresa: “cuida tu pensamiento porque se volverá palabras. Cuidas tus palabras porque se volverán actos. Cuida tus actos porque se harán costumbres. Cuida tus costumbres porque forjarán tu carácter. Cuida tu carácter porque formarán tu destino; y tu destino será tu vida”.

La vida tiene sentido desde lo individual hasta lo social, si conserva el sentido de utilidad, el amor y la compasión, el altruismo de poder ser solidario en el crecimiento de los demás sin egoísmo, sin maledicencia y sin disonancia.

Es decir, poder despojarse de la gula del yo personal, de la satisfacción y del logro en alcanzar metas y sueños que solo tengan que ver con el placer y con el confort, con la conquista de la propia vanidad individual.

La pérdida del ser social en el yo personal reproduce una merma de la identidad, una despersonalización que llega a abortar los hábitos, las palabras, las costumbres, el pensamiento, las actitudes. En fin, la negación total de lo que fue el pasado, la historia, la personalidad y los símbolos que caracterizaban al propio ser.

Sin embargo, las carencias primarias inciden en las actitudes sociales que han de adaptarse a partir de las realidades socio-económicas y culturales que adopta el yo para responder de forma sabia y madura a los nuevos hábitos que presionan al conservador por las conquistas de las gratificaciones inmediatas.

Hábitos como el placer, el goce, la vanidad, confort, la opulencia, el sexo, dinero, poder, codicia en la máxima expresión, voracidad terrenal sin límites. Con tal de renunciar a su conciencia moral, a la aceptación de hacer lo correcto y a la identidad de su propia referencia.

El conservador pone sus necesidades antes que sus propósitos, sus motivos primero que sus razones y su satisfacción primero que el logro colectivo.

Sencillamente se hace un ser mezquino, preñado de ocasionalismo, neofilismo y viejas dolencias patológicas que justifican sus medios, sus circunstancias para conservar las actitudes del conservadurismo.

El conservador tiene algo de conquista con la conformidad, con la negación dinámica a los cambios, a la realización y a la trascendencia de romper los viejos paradigmas de la patología social.

¿Qué induce al conservadurismo a una sociedad? Digamos que su falta de desarrollo social y educativo, la vigencia de viejas estructuras, la falta de institucionalidad democrática, la centralización de la felicidad y la oportunidad de las personas al poder político.

La cultura del terror y del miedo social, la negación de los saberes previos socializados, para legitimizar las anteriores prácticas patológicas de la corrupción, de la impunidad.

Esta sociedad, y todas sus fuerzas vivas se han vuelto conservadoras. No existen sindicatos, no hay voces comprometidas con lo intelectual, con el desarrollo social, las universidades se han vestido de la cultura light, los medios informan lo esencial sin profundizar, sin analizar ni ayudar a la reflexión social.

Una sociedad conservadora cambia sus hábitos. Se hace individualista, mediática, complaciente, consumista, donde cada quien sabe lo que pasa, pero se calla. Se niega a demandar lo correcto.

El ser conservador vive del parecer, del tener, de lo tangible. Aprende que se vive para el éxito y la felicidad basada en los momentos felices.

Los conservadores se hacen cómplices, pertenecen a la sociedad de los iguales, se comportan y se autoreconocen como grupos de colores diferentes y tamaños diferentes, pero sus hábitos son los mismos; degluten al Estado, lo usan y para mal, a nadie se le ocurre pensar diferente a la actitud mental conservadora, o por lo menos cambiar sus hábitos para demostrar ser diferente.

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