Hábitos saludables

Hábitos saludables

En el reciente número de la revista médica The New England Journal of Medicine, publicado el jueves 18 de julio de 2019, aparece una nota en perspectiva titulada “Reducción en la ingesta de sal y la industria de los alimentos”. Resulta curioso observar que de modo individual solamente podemos controlar el 5% de la ingesta diaria de sodio, en tanto que el 80% de ese electrólito consumido depende de las empresas que procesan e industrializan los comestibles. El otro 15% está presente en los productos naturales con que nos alimentamos. La agencia gubernamental norteamericana de medicamentos y alimentos, conocida por sus siglas en inglés como FDA, recomienda a cada adulto tomar un máximo diario de 2300 miligramos de cloruro de sodio. Sabemos de la relación directa que existe entre el exceso de sal y las afecciones cardiovasculares, la hipertensión arterial y los derrames cerebrales.
En esa misma fecha la revista resalta el riesgo de infarto al miocardio, hemorragia y trombosis cerebral cuando los niveles tensionales se mantienen por encima de 130/90 mmhg sin el debido tratamiento de control. Es harto sabido cómo influyen el estrés y el sedentarismo, junto a la sal contenida en los alimentos, en la génesis de la hipertensión arterial. ¡Qué triste resulta reconocer lo limitado de nuestra capacidad individual para controlar el sodio que ingerimos cuando sabemos que más de 3/4 partes la controlan las compañías procesadoras y almacenadoras de comestibles!
Otra peligrosa y traidora asesina disfrazada con el placer del gusto es la diabetes mellitus del adulto asociado a la ingesta excesiva de azúcares y harina que tanto agradan a la gente. Sabemos que la hiperglicemia sostenida nos resta años de existencia y nos disminuye la calidad de vida. La diabetes acelera la arteriosclerosis tanto generalizada como la enfermedad coronaria y por ende los infartos. La insuficiencia vascular periférica, las neuropatías, la ceguera por daño de la retina y la insuficiencia renal son algunas de las consecuencias graves de una diabetes sin control.
¡Y pensar que la obsesión por los dulces nos la inyecten desde la niñez para cobrárnosla con altos intereses durante la adultez y la vejez!
¿Pero qué decir del sobrepeso y la obesidad? ¿Es aplicable a los seres humanos aquel adagio de que “Por la boca muere el pez”, o de que “Somos lo que comemos”? Es probable que tengan mucho de cierto estas expresiones en el contexto de una alimentación equilibrada y asistida por una vida activa ligada al entorno de la naturaleza.
Todo esto y más es tarea retrasada de la atención primaria en el primer capítulo de la promoción de la salud. Educar para sembrar costumbres sanas que contribuyan a reducir a su mínima expresión las probabilidades de enfermarnos. ¿Cuál sería la estrategia para evitar el tabaquismo y el alcoholismo? Conocemos el rol del fumar en la génesis de la enfermedad obstructiva crónica y el cáncer pulmonar. Venimos siendo testigos de la creciente epidemia de tragedias mortales en ciudades y carreteras por accidentes vehiculares asociados al abuso del alcohol por parte de conductores embriagados.
¡Cuán gratificante poder vivir más y mejor a través de enseñar a nuestros niños buenas costumbres de alimentación acompañada de actividades físicas incluidos los deportes; buen deleite espiritual ajeno al uso y abuso de los psicofármacos!
¡Promovamos hábitos sanos y así tendremos una población verdaderamente en salud, activa, culta, responsable, feliz y segura!

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