Hablan  testigos de  masacre de Maimón

Hablan  testigos de  masacre de Maimón

Su presencia parecía sentirse, cincuenta años después, cuando lugareños que los ocultaron, alimentaron o denunciaron “por obligación” o temor, decidieron dar la cara y contar la traumática experiencia de Río Grande, hasta donde pudieron avanzar algunos expedicionarios llegados al país por Maimón el 20 de junio de 1959.

 Ayer eran jóvenes embargados por el terror trujillista que ordenaba delatar a los “comunistas barbudos” que “invadían” esas tierras. Hoy, con piel arrugada y cabellos blancos, como en acto de contrición, descargaron la carga que aguijoneó por años su conciencia. Otros revelaron la hazaña de haber ayudado, aunque sobrecogidos por el pánico, a los que se refugiaban en sus ranchos, potreros, conucos o en la espesura de los árboles que aún crecen frondosos a la orilla de esas corrientes cristalinas donde saciaron la sed los combatientes.

 Intelectuales, representantes de Cuba y Puerto Rico de donde procedían algunos, sobrevivientes de la gesta y de otras guerrillas, síndicos, maestros, historiadores, viajaron a ese lugar de Altamira por iniciativa de la Academia Dominicana de la Historia a conocer tránsito y destino de dominicanos y extranjeros de los cuales “se ha dicho muy poco pues no hubo sobrevivientes de ese frente”, declaró Emilio Cordero, presidente de la Academia.

 “Vinieron a pelear y fueron apresados en estas zonas en las que me he propuesto seguir investigando”, declaró, reconociendo “al pueblo de Puerto Rico, no a los yanquis que son los que gobiernan”, a Cuba, España, Guatemala, Estados Unidos y República Dominicana de donde eran nativos revolucionarios que anduvieron por ese apartado lugar.

 Manifestó: “Se ha hablado mucho de invasores, no lo eran, invasores fueron los americanos, en 1916, y los haitianos, en 1822”. Aclaró que tampoco eran “barbudos cubanos mandados por Fidel”. Afirmó que el 91 por ciento eran dominicanos y los otros fueron internacionalistas, “como lo fue Máximo Gómez”.

 Luego hablaron Ramiro Padilla, director de la Junta Distrital de Río Grande; Fidencio Colón, síndico de Altamira; Mayobanex Vargas, sobreviviente de la tropa que desembarcó en Constanza; Enilda Ginarte, agregada política de la embajada de Cuba en el país; Félix Ojeda, laureado escritor puertorriqueño que ha investigado la participación de sus compatriotas en la incursión; Arnulfo Reyes, presidente de la Federación de Fundaciones Patrióticas y Guaroa Ubiñas quien se internó en el área durante meses recogiendo declaraciones para un libro.

 Dentro y fuera de la enramada de la “Asociación para el Desarrollo de Río Grande”, adornada con banderas de Guatemala, Estados Unidos, Venezuela, Cuba, Puerto Rico, España y Dominicana, patrias de los expedicionarios, se congregó  la comunidad a escuchar y narrar en el acto conducido por la historiadora Natalia González. Los himnos Nacional Dominicano y del Ejército de Liberación Dominicana impregnaron de fervor el ambiente.

La fogosidad y el ímpetu de Félix Ojeda conmovieron a los presentes que lo ovacionaron de pie al igual que al héroe Mayobanex Vargas, cuando recordó a sus compañeros. El historiador boricua reveló que no fueron cinco, sino seis los paisanos que sacrificaron sus vidas en la incursión. A Luis Álvarez, Moisés Rubén Agosto, David Chervoney, Luis Ramos y Juan Reyes, agregó a Miguel Ángel Menéndez Vallejo, de padre puertorriqueño y madre dominicana.  “Nadie en Puerto Rico sabe cómo o cuando cayeron”.

En la Sierra

Toñito Tejada y su esposa Lilia Cabral estuvieron dejando leche, víveres, locrios de pica-pica, salami y salchichón a tres soldados de los cuales él identifica a Pedro Julián Bonilla Aybar, con quien conversó y al que tomó cariño. De los otros, uno debió ser el norteamericano Larry Bivins, pues le habló una vez  en inglés al compañero, narró.

Higinio Núñez presenció cuando acribillaron a Rubén Agosto y encontró herido bajo un tronco “a otro que le decían Pipí y se lo presentamos al sargento rural, que lo desnudó. Decía: “Cabo Canó, no deje que me maten, presénteme”. En burro lo llevaron a la guardia que lo esperó con ametralladoras. Se trataba de Gabriel Emilio Fernández Mármol.

Agregó que “Santo Mieses se encontró un barbudo, lo mató, pero éste le llevó un brazo completo y pasó el resto de su vida mocho”.

Ernesto Jáquez Trejo recogió los testimonios de Río Grande en el trabajo “El último combatiente de Maimón”, lo entregó a Peña Gómez y éste al Chino Ferreras, que falleció sin que se publicara. Dijo que se enteró que estaba en la editora “Alfa y Omega”. Ahora trabaja reconstruyendo los hechos. Este último combatiente fue el español Francisco Álvarez “El relámpago”, “El tuerto”, “El cañón”, un gran tirador de quienes hablaron todos, caído en la “Sabana del corozo”.

Diógenes Martínez reconoció que una foto de Felipe Maduro publicada recientemente en HOY es la misma que el alcalde pedáneo de entonces regaló a su padre y él conserva. Maduró se entregó a Carlos Canó, afirmó.

Héctor Bonilla conoció a un revolucionario que preguntaba cómo se llegaba a Villa González. Guaroa piensa que sería José Freddy Genao Espaillat “El indio”, al que aludió también Narcisa García Martínez. Bonilla era maestro rural al igual que Santiago Peralta Medina que conoció a “Pipí” y a Rubén Agosto y confesó: “andábamos con la guardia, detrás de los expedicionarios. Juanito Reynoso y Andrés Marte le hicieron una sopa de arenque”, luego los condujeron a una emboscada donde los ametrallaron.

Agotó turno, además, Eladio Martínez a quien la abuela mandó ocultarse bajo la cama “al escuchar el tableteo. Después supimos que era el último, al que mataron en “La Descubierta”.

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