Hablando de negros

Hablando de negros

Como muchos dominicanos, me ufanaba de tener el “color indio” en mi piel y recuerdo que miles de ciudadanos portaban cédulas con este dato hasta que se generalizó la opinión de que era un disparate; después apareció el término mestizo (un poco más apropiado) y así se ha seguido diciendo que somos mulatos, latinos, hispanos, etcétera, pero jamás NEGROS.

No fui negro hasta que me casé con una caraqueña cuyos familiares me “negrearon” hasta la saciedad, con el agravante de que en esa época, el dominicano Wilfrido Vargas estaba de moda en Venezuela con el merengue  “Mami, que será lo que quiere el negro”. No tuve alternativa, acepté que para los blancos, siempre seré negro, nada de color “chocolate” o cualquier otra tontería.

Por desgracia, no hay quien hable peor de los negros que nosotros mismos y en ocasiones, nuestra conducta impropia se exagera por el color de la piel. Se dice, por ejemplo: “No puedes dejarlos que aprendan a leer y escribir, porque después creen que son gente”.

Con los desatinos del senador Williams, dominicano de San Pedro de Macorís, los críticos de los negros se dieron banquete: “Lo dejaron aprender a leer y escribir y, peor aún, que consiguiera dinero o poder económico; ahora no hay quien lo aguante”.

Con el actual presidente norteamericano ocurrió lo mismo, pero los blancos dicen que él es “medio blanco” y por eso le dieron el poder. Imagínense: Leer, escribir, poder económico y poder político. Ojalá que la mitad negra del presidente Obama no dé pie a que algún día alguien nos recuerde el refrán: “El negro cuando no la hace a la entrada, la hace a la salida”, tal como penosamente ocurrió aquí con el cocolo senador que nos ha desprestigiado a todos los que tenemos “el negro detrás de las orejas”.

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