Hablar de democracia…

Hablar de democracia…

En países como el nuestro, y en muchos más, se hace difícil hablar de democracia. El término se confunde, no se comprende. En la Grecia antigua, donde nace el concepto, no todo el pueblo participaba. Pericles (430 años a. C) decía: “Nuestro gobierno se llama  democracia porque su administración está en manos no de pocos, sino de muchos.” La Asamblea (ecclesia) sí  era un conjunto democrático donde,  junto con la clase noble, participaban los artesanos, los campesinos y obreros mayores de edad, pero no  las mujeres; y  era el  Consejo de los Quinientos, el principal cuerpo ejecutivo donde, 50 miembros, cada mes, asumían  el gobierno. Platón, en la República, recomendaba a la clase gobernante: 1) “Conservar el bienestar de  pueblo, sin importar el interés propio.” 2) “Cuidar que el cuerpo político no sirva al interés de ningún partido, en perjuicio del resto de la población.”

En el Espíritu de las Leyes, un clásico de obligada lectura, Montesquieu, al distinguir los diferentes tipos de gobierno  señala: “Cuando en la república el poder soberano reside en el pueblo entero, es una democracia.” Partiendo  de ese pensamiento,  las constituciones modernas, similar a la nuestra  consignan: “La soberanía  reside exclusivamente en el pueblo, de quien emanan todos los poderes.”  En su introito, el filósofo francés subraya: “Que el pueblo se ilustre no es cosa indiferente.” “En época de ignorancia no se vacila, aunque los resoluciones produzcan grandes males.” De ahí  el valor y la importancia del sufragio y la  responsabilidad que recae en  la sociedad al momento de escoger y frente a la irresponsabilidad  de sus gobernantes.

¿Vendrá Bush, el mentiroso, el de la guerra infinita preventiva, a hablarnos a nosotros de democracia como el Presidente Fernández hizo con Gadafi? ¿Asumieron  alguna vez como propia la síntesis  de Lincoln sobre la democracia: “Gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.”?   ¿Se puede hablar con propiedad de soberanía popular y elecciones libres, esencia de la democracia, dónde el voto del pueblo, humillado en su miseria,  es comprado o  vendido al mejor postor? ¿Dónde la división de los poderes del  Estado,  “separados e independientes entre sí”, es pura ficción?

¿Dónde la oposición, débil o desmembrada no se siente ni juega su papel, y la sociedad civil, apenas balbuceante,  es menospreciada, mientras se legisla contra la mujer violada por el macho cabrío y cabrón, condenada a llevar el fruto maldito del incesto o del estupro  perverso, y  se santigua el barrilito,  las nominillas,  las dietas indecentes y los altos sueldos de funcionarios políticos como bofetón  al desempleo,  a los magros salarios de los trabajadores y se empuja hacia el vacío a la clase media  “por  razones de Estado”, para cubrir el desfalco y el despilfarro causantes del  déficit fiscal  entre eternos apagones y costos de energía eléctrica que  llega en alzada al igual que  la corrupción, la impunidad  y la inseguridad ciudadana que  campean  por sus fueros con patente de corso. Y todavía nos traen a  George Bush. ¿Para hablar de democracia?    

Publicaciones Relacionadas

Más leídas