Hablemos de filosofía Luis O. Brea Franco aclara
y puntualiza

Hablemos de filosofía Luis O. Brea Franco aclara <BR>y puntualiza

POR LEÓN DAVID
1. Para muchos – acaso la mayoría – el quehacer filosófico es hoy por hoy un dinosaurio que nada útil aporta a la sociedad. ¿Qué opinas tú? Respecto a la pregunta que formulas, debo iniciar a responder analizando la cuestión misma.

En primer lugar, cuestionas sobre el papel de la filosofía en el mundo de hoy; en segundo lugar, hablas del juicio que “la mayoría” tiene sobre un saber constituido en el curso de milenios y que ha preocupado a las más disciplinadas y brillantes cabezas de la humanidad; y, en tercer lugar, hablas sobre la “utilidad”, sobre el valor inmediato de los resultados que pudieran derivarse de esta actividad.

Sin caer en sutilidades ni definiciones específicas, creo que todos concordamos en que el ser humano, entre sus múltiples posibilidades, tiene la capacidad de pensar, esto es, de analizar y comprender la totalidad del mundo desde determinados órdenes o dimensiones, según determinadas perspectivas o interpretaciones; es decir, el ser humano con el pensamiento –auxiliado del lenguaje- puede llegar a decodificar dónde está situado, lo que encuentra a su alrededor y en sí mismo, organizándolo según específicas constelaciones de sentido en puntos de vista o teorías.

Pensar consiste en crear redes de significación entre las cosas; es llegar a ordenar y armonizar, lo que encuentra disperso, en un orden, en un contexto significativo, en un cosmo.

La filosofía, según la visualizo, trata de reconocer cuál podría ser el horizonte límite, último, en que nos movemos los humanos; intenta determinar dónde nos encontramos, de dónde procedemos, hacía donde nos dirigimos, qué somos en correlación con el universo; nos ayuda a situarnos, a construir un mapa de la realidad mediante el cual podamos entender el significado del mundo y de nosotros en él. La filosofía es un intento de comprender de manera abarcadora el sentido de la realidad en su conjunto.

La filosofía constituye desde una actitud natural en los seres humanos que nos asombramos de que el mundo sea y de que sea del modo en que aparece; y esta actitud nace de una capacidad esencial, fundamental, de lo humano.

Este modo de ser y hacer que es el filosofar será tanto más necesario, en sentido histórico, cuando más oscuro y desarticulado sea el panorama del mundo en una época determinada.

Hoy, por ejemplo, hemos dejado atrás todas las verdades reveladas e históricas, y las ciencias se fragmentan y especializan sin ofrecernos una visión de conjunto de lo que es el mundo en que existimos. Cada día nos percatamos de que carecemos de un mapa que nos oriente hacia nuevas verdades de conjunto; no comprendemos los principios que rigen nuestro tiempo y andamos a oscuras. Por ello la filosofía se nos hace más necesaria ahora para intentar comprender cuál es nuestro destino como humanidad.

A la segunda consideración respondo diciendo, que la filosofía es un modo de ser y hacer en que no vale el juicio de mayorías. La filosofía es capacidad de pensar, trabajo, concentración, determinación, vocación, y conlleva una preparación profesional y humana que no está al alcance del ser humano promedio. No todo el mundo por el hecho de tener la voz puede llegar a cantar como Pavarotti, estimo que lo mismo acontece con la filosofía.

Además, pienso que la filosofía es socialmente un lujo. No toda sociedad puede costearse tener en su seno pensadores y filósofos. Por ejemplo, nuestro país aún carece de la suficiente riqueza y recursos para tener pensadores activos, dedicados a la tarea del pensar e investigar para el bien de nuestra sociedad.

Para descubrir nuevas perspectivas de mundo, no basta con saber leer y escribir, leer libros de filosofía y aprender a garabatear cuartillas. La filosofía es un oficio que se aprende con lentitud, estudiando, meditando, cobrando conciencia metódica e histórica, experimentando con nuevos métodos de análisis aproximarnos a la realidad.

Llegar a la maestría en cualquier oficio no es asunto de mayorías; tenemos muy claro que no todos podemos llegar a pintar como Picasso, por mucho estudio y práctica que pongamos en ello, esto no está al alcance de todos.

En un oficio cualquiera, lo que lo constituye no son las opiniones que en un determinado momento alguien pueda tener sobre un tópico relativo a ese oficio; fundamental es la obra, el resultado, la visión, los frutos.

Las mayorías no tienen opiniones ni conocimientos originales, son dependientes de los creadores; para tener opiniones tienen que haberlas escuchado o aprehendido de mentes creadoras.

Finalmente, respecto a la utilidad de la filosofía, estoy convencido que esta “no sirve para” nada. Hablar de utilidad es pedir que se señale el “servir para algo” de un objeto o asunto. La utilidad se refiere a medios, por ejemplo, un lapiz es un instrumento, un medio, que sirve para escribir, para comunicar. La filosofía como tal no puede ser interpretada como un simple medio, pues constituye el intento más valioso realizado por la humanidad para alcanzar un saber fundamental; se dedica a indagar sobre los principios y los fines.

Al límite se podría decir que la filosofía es útil únicamente para vivir, para poder llegar a ser plenamente humanos. Fuera de ese contexto la filosofía es totalmente inútil.

Para los humanos, lo auténticamente valioso tiene que ver, siempre, con los fines, con el origen, con los principios o criterios que sostienen y gobiernan nuestro despliegue y posible plenitud. Pongamos un caso específico, todos hemos tenido padres, ellos son nuestro origen, nos han trasmitido nuestros principios; a través de ellos hemos accedido al ser, a desplegar las posibilidades del existir.

Por ello mismo nadie anda por ahí preguntando para qué sirve una madre, si encontramos a alguien poniéndose tales preguntas lo calificaremos como necio o degenerado, pues el valor de una madre no puede ponderarse en términos de utilidad sin caer en puro cinismo. Hay asuntos, realidades, vivencias, que por su propio valor se sitúan siempre más allá de todo calculo utilitario, tales son los fines y los principios que dan sentido a todo lo demás. Si intentáramos transformarlos en puros medios tendríamos que renunciar a aquello que los constituye como tal y los hace ser lo más valioso.

2. ¿Qué relación adviertes entre filosofía y poesía?

De este tema podríamos hablar por años sin agotarlo. Es un tópico de la filosofía. Historicamente articula desde los presocráticos a la concepción de Platón sobre la dependencia de la poesía de la filosofía, y desde allí lleva hasta a Heidegger y a Gadamer, quienes ratificaron la relación esencial entre ambas actividades

Personalmente admiro la poesía, y en ella, a todas las artes, admiro toda forma de creación. Para expresarte mi opinión en forma muy concisa, y al mismo tiempo muy parcial, creo que un pensador debe tener gran capacidad empática; tiene que aprender a cultivar el arte de la comprensión en todas sus formas, y  sobre todo, debe saber abrirse a la intuición.

La poesía crea símbolos, metáforas, imágenes, abre nuevas ventanas a la percepción del ser. Alguien que se dedique a la filosofía, debe poder abrirse a múltiples posibilidades de comprender la realidad, y en ese sentido la poesía puede revelar un mundo en una imagen, en un verso; cifrar en una metáfora aquello que sería necesario explicar en un planteamiento racional sumamente complejo y laborioso, quizás en diez volúmenes de difícil prosa.

La poesía, y el arte en general, activa instancias simbólicas que permiten descifrar mundos. Lo que necesita el pensador es estar debidamente entrenado para observar, tener sensibilidad, paciencia, conocimiento histórico y conciencia metódica; tener orden y capacidad para modular los registros del lenguaje de modo tal que le permita traducir al lenguaje racional la intuición que subyace en una obra de arte excelsa.

3. Si la filosofía es un saber y también lo es la ciencia. ¿en que se diferencian ambas disciplinas?

La fiosofía es un saber al igual que lo son las ciencias. ¿En qué se diferencian? Difieren en múltiples puntos tal como se diferencian las mismas ciencias entre sí.

Una diferencia fundamental es el modo de afrontar y definir el objeto. Mientras las ciencias saben cuál es su objeto, pues este viene definido por determinadas características concretas, demarcadas desde el inicio, por ejemplo, tener masa, velocidad, peso, carga energética, etc., en el caso de la física; en la filosofía, al intentar analizar y describir el horizonte límite que permite constituir el mundo, esto es, definir el sentido que permite contextualizar todo cuanto hay, ella misma, como algo que acontece en el interior de la constelación de sentido que busca definir, debe ser comprendida en el universo que abarca el proceso del preguntar.

Mientras las ciencias tratan y se concentran en su objeto, en la filosofía, su objeto, al ser omniabarcador, incluye, en sí, a la pregunta misma que se hace el filósofo.

El filosofar mismo es parte del problema que debe afrontar el pensador, pues el horizonte que indaga, también incluye, como algo determinado, la tarea misma del pensar.

En el lenguaje histórico de la filosofía esto se dice con una palabra: “metafísica”. La filosofía a diferencia de las ciencias apunta a un universo objetivo que trasciende lo inmediato -la física-, pues siempre debe ir más allá del primer plano, debe intentar alcanzar la zona oculta que permite ser a lo inmediato, la zona de los principios y de los fines; la filosofía apunta no a la cosa que tenemos delante, al objeto, sino al contexto que permite que este aparezca como tal.

Esto, dicho en lenguaje kantiano, significaría que la filosofía intenta determinar las condiciones de posibilidad de una realidad, no trata, como las ciencias, del fenómeno en cuanto tal, sino de las condiciones que hacen posible su ser y  aparición. La filosofía es un saber que trata sobre posibilidades.

4. ¿Cómo nació tu vocación filosófica?

Creo que fue Victor Hugo que dijo, que: “Cuando el niño destroza su juguete, parece que anda buscándole el alma”. Siempre he sentido en mí una fuerza, una necesidad de saber que hay detrás de la fachada de las cosas. En mi caso nació desde la más tierna infancia destruyendo todos los juguetes que me regalaban. Todo juguete nuevo era, una nueva ocasión de descubrir lo que lo hacía funcionar, lo que lo constituía; encuentro en mí una necesidad irresistible a descubrir el interior de las cosas_

5.¿Existe una filosofía dominicana? ¿En qué consiste ella?

Considero que no es posible hablar de filosofía dominicana, pues no existe. En el país hay poquísimos pensadores, poquísimos investigadores. Lo que sí hay, son muchos profesores de filosofía, que de tanto repetir lo mismo parecen cotorras.

En este país la filosofía no tiene dolientes. No hay recursos para la investigación ni líneas maestras problemáticas sobre las cuales indagar. No hay interés ni estatal ni privado ni académico por cuestionar sobre los asuntos fundamentales de nuestro ser. Se habla mucho de identidad, pero es un discurso vacuo, pura retórica. En nuestro país no hay recursos para pensar el significado de la cultura dominicana y los vínculos que puede tener con otras visiones de mundo.

No es posible hablar de filosofía en un país donde, como asignatura, está ausente del pensum de todas las escuelas, sean estas primarias o medias; donde nuestros bachilleres carecen totalmente de sentido crítico y son incapaces de articular su pensamiento, vía expresión verbal o escrita, con un mínimo de racionalidad y método; donde no hay ni se fomenta en ámbitos profesionales la formación de una conciencia histórica, lingüística, ética o metodológica.

La presencia de profesores de esta materia  en las universidades no es síntoma de su presencia. Pues no es posible que un profesor de filosofía pueda tener hasta cuarenta horas de clases semanales y, a la vez, pueda preparar clases, leer, indagar y escribir sobre el tema que enseña.

Para que hubiese un pensamiento dominicano tendríamos que tener problemas que fueran comunes a una comunidad de investigadores; tendría que haber tendencias de pensamiento que, actualmente, yo personalmente no logro identificar; tampoco conozco una labor sistematizadora de referenciar unas investigaciones con otras, sean esta contemporáneas o pasadas.

Sin embargo, el país cuenta con una magnífica biblioteca en el área, la Biblioteca Antillense Salesiana a cargo del padre Jesús Hernández, que sólo recibe el apoyo de la Divina Providencia, pues ninguna institución pública o privada o académica ayuda a mantener y desarrollar esta herramienta imprescindible para nuestro desarrollo espiritual como nación.

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