Hablemos del creol dominicano

Hablemos del creol dominicano

NELSON DIDIEZ NADAL
Llegó el momento de hablar del Creol Dominicano. Hay temas que son tabúes en nuestra sociedad, como lo es el referente al idioma creol, el cual ya lo hablamos aquí unos 2 millones de habitantes y en unas 500 comunidades rurales y barriales importantes. Podemos decir que hoy, la República Dominicana es incontestablemente una nación bilingüe, igual que Canadá, Bélgica, Haití y otros muchos países.

 Esta nueva realidad de la República Dominicana se desarrolló inadvertidamente durante la segunda mitad del siglo pasado, ya ha tenido que ver sobre todo con el avance irremediable del proceso de quiebra económica, social, política y ecológica de la nación vecina. Esta es la razón básica.

No se trata de ninguna intención de invasión pacífica, se trata del sálvese quien pueda allá, y el único lugar donde se puede ir a pie a buscar trabajo es la República Dominicana. Ante esta nueva e interesante situación, economistas, sociólogos y politólogos dominicanos rehuyen referirse a los cambios fundamentales que ha experimentado la nación en cuanto a su cultura y sus hablas. El Creol es ya un realidad irreversible en el país. Somos ya una nación afro-antillana. Somos una nación de mulatos y negros. Los blancos son ya minoría.

Ha habido una variación etnográfica. Aquí hablamos ya español y creol. Somos una nación hispanoparlante y creolparlante, y que cuenta, desde el año 2000, con su «Academia Dominicana de la Lengua Creol», entidad que ha asumido el manejo, desarrollo, perfección y difusión del Creol Dominicano. Ya en la ciudad de Santo Domingo hay muchas calles céntricas y residenciales en las que desde la cinco de la mañana sólo se oye hablar creol por parte de los cientos de trabajadores haitianos y dominicanos que laboran en las mismas o van de paso a sus áreas de trabajo. Desde su casa, al uno despertar y al oír esa musicalidad típica y altisonante del creol, cuando al pasar, esos peatones cuentan sus vivencias y anécdotas entre ellos, yo me siento estar en Puerto Príncipe, Petion Ville, Bourdon, Champs de Mars, Montagne Noire, o en la calle 8 esquina E de Cabo Haitiano, lugares donde viví por largos años. La Etnia Dominico-haitiana creolparlante está en plena expansión vertiginosa en nuestro país. Este crecimiento es al mismo tiempo real y relativo. Real, en virtud del enorme volumen creciente del ingreso de nacionales haitianos; y, relativo porque las otras etnias, digamos autóctonas, de República Dominicana están a su vez emigrando de su país aceleradamente; sufren de un mal consistente en la ausencia del sentimiento de pertenencia al terruño que los vio nacer.

Las demás etnias dominicanas tienen instintos migratorios, carecen del amor a la tierra o al territorio, desconocen el valor de ese concepto social. Casi todos los miembros de esas otras etnias solo quieren irse para EUA o Europa. Así, en territorio de la etnia Neibera, por ejemplo, hay poblados que se han quedado solo con los hombres, ya que todas las mujeres se han ido para España, Holanda o Italia. Ignoran que en ningún otro sitio del mundo ellos van a ser dueños de las sierras de Bahoruco, de Neiba, del Lago Enriquillo, o de Las Barías. La Etnia Cibaeña, a su vez, ha dejado vacíos a ciertos poblados del Cibao, ya que todos los cabaeños solo sueñan con irse para New York y otras ciudades de EUA, y como muchos de ellos son blancos, afanan por adquirir la nacionalidad norteamericana y sentirse «gringos»; y asistir personalmente a los juegos de béisbol de grandes ligas, y realizar su más grande sueño: «cachar» en las gradas una pelota que haya bateado de foul o de jonrón uno de sus ídolos beisboleros. Y regresar aquí de vacaciones un día, y alquilar un buen vehículo, lucirles a sus conocidos un tufo de Whisky del bueno; de no apearse unos tenis «pesaos», y varias cadenas gruesas de goldfil o de oro en el pecho, como cualquier americano de Harlem o Manhatan.

Entre las etnias y culturas del país, la minoría étnica creolparlante de procedencia haitiana, es la mayor minoría étnico-cultural, después de las etnias Cibaeñas, la más numerosa, la San-juanera y la Neibera, que le siguen. A estas dos últimas muchos la consideran una sola, por su mezcla con la sangre aborigen, y su cantico típico en el habla. A su vez, la Etnia Creolparlante ha sobrepasado en importancia a la Etnia Cocola, del Este de la Isla, los llamados «ingleses», quienes en forma olímpica ha descuidado sus raíces y cultura tan bellas, de las que sólo perduran el «domplín», el  «pescado con coco», el «yaniqueque» y los «buloyas» en tiempos de carnaval. Parece que como parte de un temor implícito por su origen negro, en medio de una sociedad supuestamente hispana, la Etnia Cocola no ha producido ni instituciones ni intelectuales que fomenten su cultura. Parece que no se han percatado de la nueva realidad afro-antillana de la República Dominicana. La Etnia Creolparlante ha superado también en rasgos y características a la Etnia Mandinga, los negros mandinga, los auténticos negros de República Dominicana, los que descienden de los negros libertos y esclavos hispanoparlantes que se agruparon en comunidades negras como Villa Mella, San Cristóbal, Mandinga, Los Mina, Mendoza, Guerra, La Joya, El Mamón, El Toro y otras tantas comunidades. Históricamente, los idiomas creoles, que son varios, nacieron y se forjaron en las plantaciones de las Antillas, en la costa Este de los EUA, en las Guyanas, en islas del Pacífico y del Océano Indico durante la época de la trata negrera entre los siglos XVI y XIX. Los negros mandinga dominicanos, o «de la Joya», no tienen relación ninguna con el creol, siempre han sido hispanoparlantes.

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