Hablemos sobre derechos humanos

<p>Hablemos sobre derechos humanos</p>

CHIQUI VICIOSO
He leído con sumo interés un artículo del señor Manuel A.Fermín, del 26 de diciembre, sobre los derechos humanos enCuba, el cual agradezco porque me ha permitido organizar lasideas para poder explicar por que “plumas e influencias hanpreferido callar frente a una revolución de carácterpersonalista y el irrespeto a los derechos del pueblocubano”.

Para que partamos, en este artículo, de una comprensión común sobre los derechos humanos, me referiré no solo a la Declaración Universal de los derechos Humanos del 10 dediciembre de 1948, y sus treinta artículos, sino a lo que yosintetizo como los cinco derechos fundamentales del serhumano: nacer y sobrevivir, alimentarse, tener buena salud yeducación y luego poder pensar.

Nosotros podemos tener unaproliferación de periódicos y medios de comunicación, perocon un 60% de analfabetismo funcional; una altísima tasa demortalidad materna e infantil; una desnutrición galopante,todos los demás derechos humanos son una bella aspiraciónde la humanidad.

Es por eso que sonrío cuando en Cubaalgunos cubanos se quejan de que la Revolución “solo legarantiza la leche a los niños hasta los siete años, y alos ancianos”.

Acusar a Cuba de violar los derechos humanos porque tiene a9 sindicalistas presos; 75 nuevos opositores; 24periodistas y 306 presos políticos, y calificarla como “elúnico país latinoamericano que goza de ese nefastoprivilegio”, es un acto sino de ceguera política deingenuidad, porque ciertamente es un privilegio de Cuba elque a casi 50 años de Revolución esas sean las cifras quese esgrimen contra ella.¿Pueden enarbolarse estas cifras frente a la masacre de casimedio millón de guatemaltecos desde el derrocamiento deArbenz en el 1954? ¿Frente al medio millón de salvadoreños?¿Los treinta mil desaparecidos y asesinados en la Argentina?¿Los tres mil chilenos, solo en los primeros días del golpecontra Allende? ¿El asesinato del Arzobispo Romero y desiete monjas en El Salvador, donde hoy existen (segúnOppenheimer y sus Cuentos Chinos) 50,000 jóvenes“despolitizados” y mercenarios organizados en las llamadasMaras, sin la ideología y compasión de los izquierdistas? ¿Ylos 600,000 civiles muertos en Irak? ¿Y el genocidio de laniñez y adolescencia Palestina? No somos entupidos-as.

Frente a estas cifras, para no citara la Contra y sus victimas en Nicaragua, o del pobreParaguay, hablar de violaciones a los derechos humanos enCuba suena a elemental prejuicio ideológico.

Y fíjense que no he hablado del país que más me duele, quees el mío, y sus “intercambios de disparos” donde muerenaproximadamente, cada año, entre 500 y 600 jóvenes, generalmente muchachos en sus veinte, todos víctimas de nuestra aplicación de un concepto muy particular del respeto a los derechos humanos.

Lo que sí irrita es la continuidad de Fidel Castro en elpoder, y ahí también se trata de una manera de ver y pensarlas cosas.

Bombardeados por constantes reportajes de lasllamadas revistas del corazón sobre el glamour de larealeza, a nadie parece extrañarle la continuidad en el poder, en los llamados países civilizados, de inútileszánganos, algunos producto de una educación fascista, porquesus tata, tata, tatarabuelos fueron reyes o reinas de nosabemos cual principado.

Les ofende, sin embargo lapermanencia en el poder de un asceta, trabajólico yantipático caribeño que constantemente señala lascontradicciones de un sistema que predica, pero no practica,la felicidad colectiva. Fidel será un monarca caribeño, pero habrá que ver cuálesson las bases de su poder, que tampoco son simpáticasporque imponen una pobreza repartida, o un pensamientoideológico a quienes quizás no quieran compartir su sandia,o sencillamente quieren hacer lo que les viene en ganas. ¿Ami qué carajo me importan los haitianos, o los bolivianos, olos africanos? me argumentaba un amigo cubano, quien estácalculando cuánto le costó su educación al Estado cubanopara devolvérselo a Cuba y que no “lo joroben más” con lasolidaridad.

Por último, a mi lo que me llamó la atención del desfile del l2 de diciembre en Cuba, mencionado por el articulista, nofueron los militares y sus armas (los guerrerismos nunca hansido mi “taza de te”), fue el discurso de una estudianteadolescente negra, que en esa ocasión represento a toda lanación cubana y, créanme, eso en Cuba era impensable. ¿Yaquí?.

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