Hablemos sobre las amígdalas y adenoides

Hablemos sobre las amígdalas y adenoides

Doctora Katiuska Santana
Especialidad: Otorrinolaringología y cirugía de cabeza y cuello, Servicio de Otorrinolaringología del HGPS
Las amígdalas son un cúmulo de tejido linfoide que se encuentra ubicado en la faringe, lengua y en la orofaringe.
Tenemos cuatro tipos de amígdalas, y así podemos nombrarlas como: amígdalas adenoides, que se encuentran en la nasofaringe o parte posterior de la nariz; amígdalas palatinas, que son las que están en la orofaringe (detrás de la boca) y son las que mayormente se ven inflamadas y afectadas; las amígdalas linguales, que están debajo del epitelio de la lengua, y las que se encuentran alrededor de las trompas auditivas.
Su función principal es atrapar bacterias y antígenos y permiten que el cuerpo produzca anticuerpos contra ellos, proporcionando inmunidad local. Esta función se realiza durante los primeros años de la vida, volviéndose menos importante a medida que el niño crece.
Los niños operados de las amígdalas y las adenoides no sufren ninguna disminución de la inmunidad.
El trastorno más común que las afecta es la amigdalitis, que es la inflamación de las amígdalas. Esta puede ser causada por una infección vírica, bacterias, hongos o ser asiento ocasional de infecciones de transmisión sexual o tumores.
La sintomatología varía dependiendo de la causa.
En esta ocasión nos concentraremos en las infecciones más frecuentes causadas por virus y bacterias.
Los virus son la causa principal de las infecciones de amígdalas y los más frecuentes son los virus de la influenza, adenovirus, parainfluenza, Epstein-Barr, coxsackievirus A, citomegalovirus, herpes simple, etc; en cambio, la bacteria más frecuente es el streptoccoccus B hemolítico del grupo A o S. Pyogenes.
Hasta los dos años es poco frecuente observar a un niño con infecciones bacterianas amigdalianas debido a la protección de la IgG materna que poseen; lo más probable es que si un niño presenta a esta edad un cuadro de amigdalitis aguda este sea viral.
Los síntomas de la amigdalitis son:
– Dolor de garganta.
– Fiebre de 39 grados Celsius o mayor.
– Malestar general.
– Dolor y dificultad en la deglución.
– Amígdalas más rojas de lo normal.
– Dolor de cabeza y fiebre alta.
– Una capa de secreciones amarillas o blancas recubriendo las amígdalas.
En niños pequeños también puede presentarse dificultad para respirar, lo que lo pueden llevar a apnea del sueño, dependiendo de su crecimiento, principalmente cuando crecen las adenoides.
En algunas ocasiones hay enfermedades virales que incluso pueden causar dolor abdominal por crecimiento del hígado y el bazo, así como también crecimientos ganglionares cervicales importantes.
Cuando la amigdalitis es de causa viral puede acompañarse de otros síntomas, como son: tos, rinorrea o salida de secreciones nasales, cambios en la voz y conjuntivitis.

Si la infección es viral se puede tratar con analgésicos antipiréticos y gargarismos compuestos de sustancias antisépticas de acción bactericidas, de las cuales existe un sinnúmero de marcas comerciales.
En caso de que haya un exagerado crecimiento que provoque dificultad respiratoria importante, podemos adicionar antiinflamatorios tipo esteroideos para acelerar el proceso de desinflamación.

Si la amigdalitis ha sido producida por bacterias, el cuadro será más aparatoso, con exageración del dolor, el malestar general y los demás síntomas. En ese caso el tratamiento debe estar dirigido a la bacteria causal en ese momento.
En la actualidad contamos con una prueba rápida para estreptococos y además el hemograma puede orientarnos en relación a la causa del proceso, mientras se esperan los resultados del cultivo, y entonces se puede hacer uso de antibióticos del grupo de las penicilinas, o, en caso de que el paciente sea alérgico a este compuesto, la alternativa es optar por los macrólidos, como la azitromicina.
Además se agregan otros medicamentos como analgésicos antipireticos y gargarismos para ayudar a mantener la zona lo más limpia posible.

Complicaciones de las amigdalitis

Se pueden dividir en: supurativas y no supurativas. Dentro de las primeras podemos encontrar aquellos casos en que el proceso infeccioso o acúmulo de secreciones o material purulento se extiende más allá del tejido amigdalino, y así tendremos los abscesos periamigdalinos, parafaringeos, abscesos retroamigdalinos, retrofaringeos, adenitis cervical supurada, celulitis cervical difusa y hasta extensiones en espacios profundos del cuello, provocando afección o tromboflebitis de la vena yugular interna, lo cual pone en gran riesgo la vida del paciente.
Caso frecuente. De todas, la más frecuente es el absceso periamigdalino, generalmente unilateral y que provoca un desplazamiento de las estructuras del paladar blando, imposibilidad para abrir bien la boca, cambios en la voz a la que llamamos en “papa caliente” y se agudizan los síntomas del paciente.
Generalmente es producido por bacterias del orden de los anaerobios, por lo que debe ser tratado con medicamentos diferentes a los habituales y bajo los cuidados de un otorrinolaringólogo.
Dentro de las complicaciones no supurativas cabe mencionar la fiebre reumática, la glomerulonefritis post estreptococica (afección renal) y la corea de Sydenham, entre otras.
En todos los casos en que haya complicaciones se debe valorar la extirpación de las amígdalas, luego de controlado el proceso infeccioso.
En caso de que solo haya aumento de las amígdalas en ausencia de dolor o fiebre, o que dicho aumento sea unilateral, es imprescindible una evaluación con un otorrinolaringólogo antes de tomar medicamentos, porque pudiera ser por presencia de alguna lesión tumoral, o de alguna enfermedad de transmisión sexual.

¿Cuándo operar las amígdalas y las adenoides?

Cuando se piensa en operar, tenemos indicaciones absolutas y relativas.
Las absolutas son: sangrado amigdalar, presencia de obstrucción respiratoria o apnea del sueño por la hipertrofia (crecimiento) de las amígdalas palatinas o adenoideas, ocurrencia de convulsiones por la fiebre provocada por amigdalitis y sospecha de neoplasia. También pueden considerarse dentro de este grupo aquellos casos en que se producen siete episodios de amigdalitis en un año, cinco episodios en dos años consecutivos, tres episodios en tres años consecutivos o la ausencia laboral o escolar por quince días debido a una infección de amígdalas.
Causas relativas serían episodios de amigdalitis que no cumplan los criterios antes mencionados, el acumulo de comida dentro de las criptas u hoyuelos de las amígdalas, la ocurrencia de un absceso periamigdalino y la halitosis, entre otras.
En el caso de las adenoides la principal indicación es la dificultad respiratoria, evidenciada porque el niño ronca, respira por la boca y no se alimenta bien porque compite la respiración con el acto de deglución de la comida.
Proceso. Otra de las indicaciones es cuando el crecimiento de las adenoides obstruye la trompa auditiva y por tanto el niño presenta enfermedad de los oídos y la consecuente pérdida auditiva secundaria, llegando en muchos casos a requerir no solo cirugía de las adenoides, sino también drenaje del líquido que está en el oído medio para revertir el proceso inflamatorio y evitar que el niño tenga perdida prolongada de la audición manifestándose entonces con pobre evolución y aprovechamiento escolar.

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