No podía ser más oportuna, aunque las cúpulas de los partidos opinen lo contrario, la advertencia del presidente de la Junta Central Electoral (JCE), el doctor Roberto Rosario, de que serán rechazadas las candidaturas a cargos electivos que al ser inscritas en el organismo no hayan sido aprobadas por una convención de delegados como manda la Ley Electoral 275-97. Rosario explicó que esa ley define el procedimiento que deben agotar los partidos para la selección de sus candidatos, sea mediante primarias abiertas, plurales y competitivas, o a través del sistema de convención de delegados, recordándoles que deben depositar los documentos que demuestren que los candidatos son el resultado de cualquiera de esos procedimientos. Y confió en que todos los partidos, “sin excepción”, agotarán sus procesos internos antes de cumplirse el plazo de inscripción de candidaturas, porque de lo contrario la JCE no podrá recibirlas. Claro está, el doctor Rosario no ignora que la mayoría de los partidos están apelando a otros sistemas de selección al margen de la ley 275-97, con lo que además están violando el artículo 216 de la Constitución que les ordena garantizar la democracia interna tanto para la selección de sus candidatos como de sus autoridades internas, por lo que está consciente de lo que significa su emplazamiento a nuestra engreída partidocracia. Por eso insisto en que hay que saludar, por oportuna, la salida a escena del presidente de la JCE en momentos en que el juego democrático parece necesitado de un árbitro que les recuerde a los jugadores cuáles son las reglas y su obligación de cumplirlas, pues los partidos están solos en la cancha haciendo lo que les da la gana como mejor les parece, irrespetando al juego y, sobre todo, a los fanáticos que pagan por el espectáculo.