En la actualidad, el mundo se encuentra en vilo ante el posible estallido de otro conflicto a gran escala en Medio Oriente entre Israel e Irán, tras el ataque israelí al Consulado iraní en Damasco, donde perecieron varios mandos militares iraníes. Luego, el pasado sábado, las fuerzas militares iraníes llevaron a cabo un ataque con drones y misiles al territorio israelí, el cual fue repelido por las fuerzas israelíes con un 90% de éxito. El pasado jueves en la noche se escucharon varias explosiones en distintas ciudades de Irán, las cuales fueron negadas por sus autoridades.
Dado este contexto de conflagración militar con ribetes globales, muchos se preguntarán si históricamente ambas naciones han tenido relaciones hostiles. La historia nos indica que Irán tiene lazos históricos con Israel. Es tanto así que Ciro, el rey persa, los liberó de Babilonia en el año 538 a.C. Cerca del 75% de la población judía es Mizraim, es decir, que tiene su descendencia procedente del Medio Oriente y del Norte de África. Por otra parte, hay descendencia judía también importante en su composición demográfica que no tiene su origen en Palestina, como lo son los askenazíes, sefarditas y jázaros. En el caso de los judíos askenazíes, gran parte de la diáspora judía que emigró al Norte y Este de Europa, surgió del Sacro Imperio Romano tras el final del primer milenio y se caracterizan principalmente por hablar en hebreo mientras están orando. Además, el 25% de la población judía se distribuye entre aquellos que son nativos de Palestina, Siria, Jordania y la minoría cristiana que aún permanece allí.
En ese mismo tenor, la dinastía persa sasánida surgió tras la victoria de Ardacher I. Este imperio, en su mejor momento, comprendió los territorios de los países que hoy son Irán, Irak, Azerbaiyán, Armenia, Afganistán, partes de Turquía y Siria, así como también partes de Pakistán y Asia Central. Miembros de esa dinastía unieron lazos matrimoniales con princesas de la casa de David, nativas de Mesopotamia. Estos hechos históricos que hemos descrito reflejan el vínculo histórico que existe entre ambos pueblos, que no reflejan el odio que algunos desde Occidente quieren resaltar.
La realidad geopolítica y militar del momento nos lleva a intuir que no habrá una escalada desproporcionada de este conflicto por varias razones. La primera es que Irán, a pesar de tener un pasado imperial heredado de los persas, no cuenta con una superioridad militar para enfrentar a Israel a gran escala. Una muestra de ello fue cuando el 3 de enero de 2020, el Gobierno del entonces presidente estadounidense, Donald Trump, perpetró un ataque con dron al importante general de la Guardia Republicana iraní, Qasem Soleimani, en Irak. La respuesta iraní a ese ataque no tuvo la fortaleza esperada, lo que llevó a muchos a pensar que sería el inicio de la Tercera Guerra Mundial. Segundo, el ataque iraní fue repelido con éxito por parte de las fuerzas israelíes con más del 90% de efectividad. Además, la respuesta iraní se vio como un golpe blando, pidiendo disculpas, como diciendo: ataco porque me atacaron, y quien lo haga, puede esperar mi reacción. Sin embargo, desde el punto de vista militar, no se vio la intención de llevar el conflicto a gran escala.
En conclusión, Irán e Israel están inmersos en un juego de suma cero, ya que cualquiera de los dos que cruce la línea roja podría desencadenar un conflicto de matices globales y atómicos posiblemente, por lo que la comunidad internacional no estaría dispuesta a pagar un precio tan alto por cuestiones que, si se dispone de voluntad política, tendrían soluciones. Sin dudas, la solución al conflicto que se vive por décadas en Medio Oriente pasa por la creación de un Estado palestino y la convivencia entre los dos estados, pero hasta que el radicalismo entre ambas partes (judía y árabe) desaparezca, el final de dicho conflicto es más que inverosímil.