Los tropiezos son experiencias que se metabolizan para esnseñarnos cómo sortear los escollos en el camino, cómo se arregla la carga de las bestias en la ruta, porque Papá Dios a veces aprieta, pero nunca ahorca, como nadie sabe quién es el muerto hasta la hora del sepelio, y cómo un individuo es como el otro quiera y a él le convenga.
Son decires de la sabiduría popular, específicamente cibaeña, que el tiempo repite como el eco en una jalda, refranero resumido con brillantez singular por nuestro Juan Antonio Alix y popularizado por Concho Primo en la tenebrosa Era del Perínclito de San Cristóbal.
Hay una palpable demostración de metabolizar las experiencias en función correctiva en el ex presidente Hipólito Mejía, cuando lo observamos conciabular con su homólogo el presidente Danilo Medina, y al observarlo pronunciar en traje formal, una conferencia en el escenario de la ACIS de Santiago de los Caballeros, pontificando sus experiencias en el sector agropecuario, donde es una autoridad.
Un reciclaje accionar demuestra a un Hipólito Mejía mesurado y formal, distinto al de asistir a la conmemoración de la Carta Magna en San Cristóbal en chacabana, con su entonces estilo chabacano, sus “visitas sorpresas” molestosas a empresarios cada día, demostrativo de lo poco que asumía sus responsabilidades de jefe del Estado, y su expresiones mala palabrosas, que le reportaron tanto daño como beneficio, porque de todas maneras, clonaba con su comportamiento a la mayoría de sus paisanos.
Hay otro Hipólito Mejía que corteja las bases del PRM más que su presidente, que se desplaza por el país más que todos los opositores a los gobiernos del PLD, sin confrontar.