¿Habrá que aislar a quienes no se vacunan?

¿Habrá que aislar a quienes no se vacunan?

Bonaparte Gautreaux Piñeyro

Debe expedirse un certificado de vacunación tan seguro como la cédula

El año pasado, a inicios de la pandemia de covid-19, escribí que su reinado iba a ser de larga data.

No hay que ser epidemiólogo; basta con tener un poco de memoria. En mis años de escuela primaria, década de 1940, se aplicaba una vacunación a todos los niños escolares en las propias aulas, los demás pequeños acudían a la oficina sanitaria donde eran tratados.

Era una vacunación obligada, controlada, vigilada, a la cual se le daba el seguimiento debido.

En estos tiempos de confusión y exigencias desmedidas y absurdas, hay quienes abogan, postulan, reclaman, el derecho a no ser vacunados contra el COVID 19, como supuestos objetores de conciencia.

Esa situación se parece a la de Mohamed Alí, el excelente boxeador norteamericano, quien resistió su ingreso a las fuerzas armadas de su país, para no pelear en Vietnam.

Era la posición más cómoda y publicitada, pero Alí no renunció a la electricidad permanente, el tránsito bien organizado, la comida de calidad e higiene sin igual, al servicio de salud y las ventajas y beneficios que ofrecía la sociedad estadounidense de entonces, apoyada en los muertos en Vietnam, propios y extraños.

Es muy cómodo, presentarse en pose de héroe defensor de los derechos humanos y negarse a permitir que le apliquen una vacuna para prevenir que la misma persona sea protegida y, al mismo tiempo, con su inmunización se yugule la cadena de los contagios.

No permito, dicen, me opongo a que me vacunen, rechazo los términos del toque de queda que impone el Gobierno como un abuso contra mi libre albedrío.

El Gobierno está para facilitar la vida, para trabajar en favor de que los gobernados vivamos sin temor, sin la tutela permanente, sin la dictadura de un decreto presidencial que limite mis derechos constitucionales, alegan quienes se niegan a ser vacunados.

Esos, que rechazan la vacunación, se convierten en armas sueltas del ejército de irresponsables propagadores del virus, convertidos en personas muy peligrosas con cuya conducta se suman a la legión de los posibles homicidas que contagien a otros que no hayan recibido la protección de las vacunas.

Ante esa actitud, ante ese desafío, podríamos vernos ante la difícil e inhumana situación de aislar a quienes no tengan el certificado de vacunación, documento que debe ser emitido por la autoridad competente en material resistente, duradero, tan creíble como la Cédula de Identificación puesto que es muy vulnerable y fácil de falsificar, la cartulina que atestigua que una persona fue vacunada dos veces o se le aplicó una vacuna que inmuniza con una sola dosis.

Quien es capaz de rechazar la vacuna, por miedo, vagabundería, esnobismo, también falsificaría un certificado para continuar su burla a las reglas sociales y humanas.

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