¿Habrá sorpresas en el segundo gobierno de Bush?

¿Habrá sorpresas en el segundo gobierno de Bush?

SULLY SANEAUX
Sin duda que si el mundo hubiese tenido posibilidad de votar en las elecciones norteamericanas, Bush no habría sido reelecto. Pero los norteamericanos eran los llamados a hacerlo y lo hicieron. Y en este momento planea una tremenda interrogante acerca de qué tipo de gobierno podría hacer el presidente Bush una vez recibiera tantos votos.

La primera constatación a hacer es que si su administración escogió una forma determinada de gobernar durante sus primeros cuatro años, que ha sido rechazada terminantemente por la mitad del electorado norteamericano, pero fue aprobada por otra mitad más 3.5 millones, ¿por qué pues tendría que cambiar? Razones no tiene para sentirse tan preocupado como hubiese sido de haber incluso logrado la reelección pero con una votación más cercana a la del 2000.

Más preocupados deben sentirse los Demócratas toda vez que, con relación a hace cuatro años, los Republicanos han logrado avances significativos entre los electores hispanos, las mujeres, los católicos y hasta los judíos urbanos. Se trata, en todos los casos, de un electorado tradicionalmente inclinado del lado Demócrata. Sólo los afroamericanos mantienen su consistente tendencia Demócrata, pero el hecho es que la fortaleza con la cual contaba John Kerry, si no se vino abajo, quedó algo resquebrajada.

Ese resultado tiene mucho que ver con las indecisiones Demócratas. Quizás si hubiesen tenido una actitud más definida en cuanto a Irak, por ejemplo, el electorado habría confiado más en ellos. Y ese es el gran reto que tienen por delante: rehacer su imagen de partido fuerte y definido. Igualmente, pese a que casi la mayoría de las iglesias protestantes expresaron su oposición a la guerra en Irak, los Republicanos lograron convencer a la feligresía religiosa que más importante era la defensa de los valores tradicionales de la familia, la fe y la confianza.

Precisamente ese último elemento Bush logró imponerlo como parte de su personalidad: se trataba de alguien en quien se podía confiar porque decía las cosas como las pensaba, sin subterfugios. Ese fue otro de los grandes éxitos de la campaña Republicana, de manera que cuando Kerry se aparece en traje de faena y una escopeta de cazador no estaba imponiendo o presentando una imagen propia, estaba en realidad respondiendo a las martilleantes acusaciones que le lanzaban sus contrarios en el sentido de su falta de autenticidad.

John Kerry es un hombre de gran integridad personal, pero como en más de una ocasión le recordara Bill Clinton, esa campaña presidencial no podía hacerse sobre la base de argumentos racionales ni de mostrar tanto desconcierto cada vez que la maquinaria Republicana y sus satélites lanzaban algunas de sus efectivas andanadas contra Kerry. Al final, los norteamericanos preferían tener a un presidente que percibían fuerte, aunque tuviera debilidades obvias y se equivocara a menudo, que un presidente razonable y dando la impresión de ser débil. No es que por Bush ser fuerte, Kerry fuera débil, pero de eso no logró convencer, particularmente a unos 100 mil electores suplementarios en Ohio.

En lo que se piensa que pasará en los Estados Unidos en el 2008, más vale pensar en lo que será de este país desde ya. Y la gran incógnita es lo que sería un gobierno Bush Parte II. Ya sabemos que su primera gestión, influida naturalmente por los hechos ocurridos el 11 de septiembre del 2001 y diseñada al calor del aliento de los neoconservadores instalados en el Pentágono ha venido siendo contradictoriamente aislacionista e intervencionista.

En el primer caso porque las obsesiones de seguridad nacional son popularmente extraordinariamente fuertes y en ese sentido, el primer objetivo es el de preservar la nación de la ocurrencia de otros actos terroristas. La implementación de esa política aislacionista afecta en gran medida la inmigración económica, particularmente la proveniente de América Latina y el Caribe, víctima indirecta ya que resulta más fácil no establecer diferencias entre inmigrantes, no importa de donde vengan. Por lo demás tampoco es ético y ni siquiera legal. Pero en lo “que el hacha va y viene”, en un segundo mandato de Bush probablemente se afianzará su política poco generosa de oposición a otorgar la ciudadanía a los millones de inmigrantes clandestinos, prefiriéndose el método “caso por caso”, lo que naturalmente anula definitivamente para millones de esos inmigrantes la posibilidad de regularización. En ese sentido, de poca ayuda será para los hispanos la anunciada designación de un hispano a la cabeza del Departamento de Justicia.

La otra parte de esa política, la intervencionista conduce a los Estados Unidos a lanzar operaciones llamadas “preventivas”, contra países a los que se considera sospechosos de tolerar o no poder controlar el desarrollo de actividades terroristas. Esa política, naturalmente, suele ser arbitraria en su aplicación ya que, por ejemplo, ¿qué indica que Irak fuera más peligroso que Pakistán para la seguridad norteamericana?

Cabría agregar una tendencia unilateralista, que consiste en descartar aliados cuando las cosas se pueden hacer a solas. Es claro que en términos militares los Estados Unidos no tienen paralelo, pero el hecho de prescindir en cualquier terreno de los aliados, conduce a que se debilite la condición de líder que le reconocían sus aliados occidentales, para ser reemplazada por la de jefe esencialmente temido.

Lo que queda ahora por ver es si este nuevo gobierno de Bush reiterará esa línea de acción o si, en cambio, procura fortalecer el campo de la lucha contra el terror y por un mundo más justo, asociando a los aliados tradicionales de Estados Unidos. Quizás no haya espacio para hacerse muchas ilusiones, especialmente si los cambios en el nuevo gobierno afectan a quienes, desde esa administración, han sido líderes del multilateralismo. Pero cualquier cosa puede ocurrir. Eso es en cuanto a los Republicanos y su segunda administración pos septiembre 11.

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