Después de decapitar la tiranía de Trujillo y establecer con muchas luchas, sacrificios y sangre el sistema democrático imperfecto que tenemos, parece que los intelectuales democráticos del país no hemos logrado concienciar a la población, mucho menos a las nuevas generaciones, sobre lo que significó la dictadura de Trujillo en términos políticos, económicos, sociales y éticos.
Decimos esto porque el día 26 de abril del presente, este mismo diario publicó la encuesta Gallup, donde señalaba que el político mejor valorado por los encuestados fue Joaquín Balaguer y el tirano y sátrapa Trujillo quedó por encima de varios políticos y militares patriotas como Francisco Alberto Caamaño Deñó.
¿Qué nos pasó? ¿Qué no supimos o no pudimos comunicar correctamente a las nuevas generaciones sobre quién era este personaje?
Posiblemente parte de la juventud de la época post Trujillo trataron de olvidar lo sucedido en una mezcla de frustración por haber permitido tantos años de ignominia y no haberlo derrocado antes y de esperanza, producto esta última de la ilusión de hacer una nueva sociedad más justa, equitativa y menos excluyente. Quizás, por eso, dejamos de cumplir nuestro rol de memoria histórica de una de las épocas más oprobiosas de nuestra nación.
No es posible que un tirano como Trujillo que suprimió todo tipo de libertades políticas, que obligó a la población a un único discurso: alabarlo, es decir, a construir o reproducir ditirambos sobre su persona o gobierno con lo que se eliminaba el pensamiento crítico. Y gran parte del pueblo dominicano, por temor, o imitación social terminó reproduciendo esas consignas ideológicas.
Que en el plano económico tratara, como en efecto lo logró, casi a la perfección, arrebatar por la fuerza y el chantaje, las propiedades a todas las clases del país, porque, en su egolatría, se consideraba el dueño de la nación. Les compraba sus bienes al precio que decidiera pagarles o de lo contrario sus propietarios tendrían que pagar con su vida, con la cárcel y hasta con el despido de algún cargo público de sus familiares más cercanos.
En el aspecto social, no hubo grandes logros en la salud, dejando el campo y los barrios desamparados en términos de atenciones en salud; la desnutrición era muy alta en los niños por debajo de los cinco años de edad; no hubo distribución de tierras para los campesinos, pero tampoco había planes para el desarrollo agroindustrial que no fueran para sus propias empresas con salarios de miseria.
En lo ético, no se conformaba con administrar sus empresas, sino que en un momento determinado se las vendía al Estado manejado por él mismo para luego comprársela al precio que imponía sin que nadie pudiera llamarle la atención. Degradaba la honorabilidad de las familias doblegando a los maridos cuando le gustaba su esposa en su afán de mostrar una hombría que sólo los cobardes pueden exhibir.
Por este historial de fechorías del Dictador Trujillo es que hemos leído con mucho pesar cómo un líder de la talla de Francisco Alberto Caamaño, que participó en el derrocamiento del Triunvirato, gobierno de facto que sustituyera al primer gobierno democrático después de la tiranía trujillista; gobierno producto de unas elecciones libres ganada limpiamente por el PRD y su presidente Juan Bosch, las nuevas generaciones lo consideren por debajo del sátrapa Trujillo en la referida encuesta. Caamaño, además de no amilanarse con la invasión del ejército de ocupación de los Estados Unidos, los enfrentó decididamente honrando los valores patrios de defender la dignidad de la patria o morir.
Consideramos que la memoria histórica de la dictadura y de la Guerra de Abril hay que dimensionarla en su justo valor. A Trujillo como el hombre que se alzó con el poder y mantuvo a este pueblo en la noche más oscura que conoce la historia y a Caamaño, el héroe de Abril, como el soldado que conjuntamente con otros dignos compañeros de armas y con el pueblo dominicano, levantó la dignidad nacional en el momento en que más se requería.