Hace cincuenta años (1961-2011)

Hace cincuenta años (1961-2011)

Eran los días finales del mes de mayo de 1961, las tardes tejían los cielos de un gris oscuro que presagiaba copiosos aguaceros, más el 30 de mayo de ese 1961 había sido sumamente caluroso con gran humedad, pero con un sol candente.

Hacíamos la rutina vespertina de estudiar hasta las 5:30 p.m. y luego realizar un «Condeo» por la calle El Conde para admirar los hermosos rostros de las jóvenes que allí acudían, o criticar lo más sigiloso posible con algún amigo desafecto al régimen las barbaridades del mismo.

Al anochecer regresé a la casa de mis padres en la calle Sánchez #43 y después de cenar, dirigí mis pasos a la calle Espaillat a la siempre acogedora casa de Doña Zaida Auffant Pimentel, que Dios tenga en la gloria, morada esta en donde confluía y nos reuníamos un grupo de jóvenes amigos de su hijo Rafael Morón Auffant, todos con sentimientos patrióticos y anti trujillistas profundos.

Luego de enterarnos de algunos detalles de la fracasada invasión de ‘’Bahía de Cochinos’’ nos dirigimos al Malecón bajando por la calle ‘’Espaillat’’ y tras caminar en dirección este-oeste nos sentamos en la hoy desaparecida curva del “obelisco hembra” (Tratado Trujillo-Hall). Habiendo pasado las 9:15 p.m. el tirano Trujillo pasó en un Cadillac negro, con una reducida escolta, seguido por el carro del general Román Fernández y algunos carros Volswagen del S.I.M. a mayor distancia. Nuestro comentario era que el mismo se dirigía a la fortaleza «Ozama» o al campamento «27 de Febrero», jefatura del Ejército Nacional entonces.

Años después tuvimos conocimiento que había pasado por la academia ‘’Batalla de las Carreras’’ antes de cambiar el vehículo en que le vimos, por el Chevrolet Bell-Air 1957 azul claro, en el que lo mataron.

Regresamos a nuestros hogares a las 10:00 p.m. y al día siguiente cuando nos alistábamos para ir a tomar la guagua de los hermanos Oliver que nos llevaba al liceo  “Presidente Trujillo’’ llegó mi padre impresionado y me dijo: José tú no vas a la Normal, mataron a Trujillo. Yo le respondí: ustedes siempre están con esas cosas.

Pero al ver a mi padre, hombre formado en la vida militar en la escuela que instalaron los yankis en Haina, tomar su sombrero salir caminando apresuradamente hacia arriba la calle Sánchez, doblar la esquina del colmado «Piloña» y dirigirse hacia la casa de mi padrino Antinóe Fiallo, cabeza principal del frente interno, lo seguí. Al subir las escaleras del amplio zaguán en la Hostos con Arzobispo Nouel, salía de su oficina el Dr. Ángel Severo Cabral, conjurado del grupo 30 de Mayo, cuyo papel en esa trama no ha sido investigado y revelado.

Conversó mi padre con el padrino 30 minutos y nos retiramos luego a nuestra casona de la calle Sánchez, no sin antes ver llegar a Manuel María García Bonett y un señor de apellido Jiménez que perdió la audición en manos del terrible «Manota» y una hermana de los mellizos Hernández y el mártir Pipi Hernández.

Serían las 2:00 p.m. cuando sonó la sirena del periódico “La Nación” y la emisora estatal “La Voz Dominicana” anunciaba el suceso, con el decreto de su fiel colaborador “Joaquín Balaguer” decretando los nueve días del duelo “por la caída del roble milenario”.

Conocida la noticia, las emisoras de radio en cadena con música clásica y un ambiente de tensión arropan la ciudad, los carros del S.I.M. se desplazaban con mayor velocidad en busca de los ajusticiadores del tirano.

Siendo las 4:30 encaminé mis pasos hacia la calle El Conde y en la esquina Sánchez me encontré con Rafaelito Alburquerque, hoy distinguido vicepresidente de la República y recorrimos la calle El Conde hasta el parque Colón, donde un contingente de soldados con fusiles Garrand M-1 y carabinas Cristóbal M-2 estaban en formación y muy próximo hacia ellos un contingente de miembros del Servicio de Inteligencia entre los que recuerdo a Manolo Domínguez y Mandú Luna.

Recorriendo la calle en sentido contrario se nos unió el distinguido crítico de cine Armando Almánzar y la conversación era más profunda sobre los sucesos de la noche, hasta que nos detuvimos en la esquina José Reyes con calle El Conde, donde compramos el vespertino “La Nación” con un titular “Generalísimo Trujillo Muere Asesinado”, minutos más tarde un fuerte contingente de fusileros de la Aviación Militar Dominicana era bajado de un camión “Fiat” frente a la estafeta de pago de la C.D.E., más dos Jeep de comunicación, con potentes antenas tomaban en dirección hacia la calle Mercedes en labores de patrullaje y rastreo.

La ciudad fue militarizada esa noche del 31 de mayo, pero el gesto patriótico del tiranicidio creaba un despertar mayor en la resistencia anti trujillista, que nos volcaría a los jóvenes de entonces a tomar las calles y escribir otras páginas gloriosas de nuestra heroica historia.

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