Hacen falta más de cien palabras

Hacen falta más de cien palabras

JOSÉ MANUEL GUZMÁN IBARRA
Hacen falta más de cien palabras para despedir a un hombre honrado. Emilio Lapayese murió dejando un gran vacío: era de los pocos que opinaba sin temores y sin rencores, sin agendas invisibles, sin pretender validar militancias pasadas o defender causas desde militancias ocultas. Librepensador, preciso, militante de la palabra, del buen pensar, del buen decir. Digno, sapientísimo, humano y humanista, su partida me conmueve hasta las lágrimas, debería conmovernos a todos, se ha ido un hombre honrado.

Desde las páginas desde este diario, desde cualquier espacio público, Emilio Lapayese ejercía como una especie de conciencia social. Sin esperar nombramientos ni nombradía, sus Cien Palabras traspasaban la epidermis nacional evidenciando y denunciando la falta de sentido común, el abuso o la vanalidad. Directo, conciso, certero, la saeta de su palabra se clavaba en el sentir del prudente, hería el corazón del bravo y sembraba la semilla del cuestionamiento en el alma libre. La inteligencia siempre provoca la búsqueda, antes que promover la receta.

Opinaba sin ánimo de pontificar, aunque a veces nos recordaba a un profeta. El profeta no sabe cual es el futuro como Casandra advierte sobre la consecuencia cierta de las cosas que ve y que estando a la mano de todos, de tan evidentes, se nos escapan. El profeta señala, evidencia, muestra. El profeta no es un pesimita pues cree que el sino fatal puede evitarse. ¿Quién podrá advertirnos del peligro ahora que se fue Don Emilio?

En una sociedad herida. En un país indigente de riquezas y de ideas. El decía lo necesario. Desde la tranquilidad de la conciencia, escribía lo lógico, lo humano, lo hacia de forma directa. No halagaba, no difamaba, no mentía. ¿Quién desde la inocencia del justo ejercerá la crítica como él?

Hacen falta más de cien palabras para decir que el vacío es enorme. ¡Cuan solos nos deja enfrentados con nuestra cotidianidad! ¡Cuan grande es la perdida! En el país donde lo mediocre reina, donde el debate tiene sabor de intolerancia y retaliación, donde el tecnócrata huye de sus responsabilidades y el sinvergüenza va vestido de impunidad por las calles, cuan grande es la perdida de un librepensador. Es grande el vació y muy sentida su partida, tenga un placentero viaje, Adiós Don Emilio.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas