El día más importante del año es el Día de las Madres. Quizás el día más “vinculante” de todos los registrados en el calendario. El comienzo de la primavera, del verano, no tiene el carácter del Día de las Madres. Verano y primavera son fenómenos astronómicos trimestrales. La maternidad es el fenómeno humano permanente y fundamental; liga definitivamente hijos y padres a la crianza, la educación, el trabajo y la vida. Muchos años después de haber muerto una madre, los hijos recuerdan sus consejos, sus comidas inigualables, sus historias favoritas. También los hijos guardan en la memoria los oportunos berrinches de las madres, reprendiéndoles para que “no lleguen a ser delincuentes, ni vagos”.
Los comerciantes saben que el Día de las Madres se vende más que nunca; ese día cientos de hijos intentan “compensar” sus faltas –de atención o de respeto- con un buen regalo. Lo normal es que miles de ellos se endeuden para expresar agradecimiento y amor a una madre vieja o enferma. La maternidad hace que los padres trabajen más y se empeñen en cumplir con “sus obligaciones”. Las cabezas de los jóvenes pueden ser de tres clases: tibias, calientes o hirvientes; desde que les nace el primer hijo empieza a brotarles la sensatez; ahorran para comprar cunas, electrodomésticos, enseres del hogar. La maternidad “refluye” sobre la paternidad.
He dicho que es un día “vinculante” en muchos sentidos. De hijos con las madres a quienes agasajan, en primer lugar; de maridos con sus esposas que son, a la vez, madres de sus hijos. Es la gran cadena de la perpetuación de una especie en peligro de involución. El poder social de “vinculación económica” es visible en las floristerías, tiendas de regalos, negocios de efectos electrodomésticos. Estas empresas hacen su agosto en mayo.
La energía nerviosa del Día de las Madres tiene vertientes afectivas, económicas, sociales, religiosas. Los cementerios solo tienen actividad colectiva dos días del año; uno de ellos, Día de las Madres; otro, Día de los Muertos. Con frecuencia ambas visitas son para la misma persona. Se atribuye la crisis de nuestra cultura al debilitamiento de la familia. No hay dudas de que la “piedra angular” de la familia es la madre.