Hacia dónde es que vamos

Hacia dónde es que vamos

POR ARTURO MARTÍNEZ MOYA
Con relación a la reforma fiscal que se intenta, varias han sido las afirmaciones del gobierno, y las últimas se resúmen así: 1. Que no traerá nuevos impuestos, sino la sustitución de gravámenes por otros en igual proporción, es decir, que es para compensar, para evitar un aumente del déficit; 2. Que de no identificarse las nuevas fuentes de ingresos, se pone en peligro el acuerdo con el FMI; 3. Que los precios de los productos bajarán ó en el peor de los casos se mantendrán en el nivel actual.

Las respuestas rápidas. El gobierno tiene el compromiso, con tratado de libre comercio con los norteamericanos o sin él, de eliminar el recargo cambiario, fue una figura creada a la carrera bajo deteminada coyuntura, impuesto que es rechazado por el FMI, OMC y los países con los que tenemos tratados bilaterales comerciales. Si aprovechando la aprobación del tratado de libre comercio se introduce una figura impositiva sustituta, para que permanezca en el tiempo, no cabe dudas de que en cuanto al recargo cambiario de 13%, el gobierno crea un nuevo impuesto. Otra cosa es el arancel, en ese caso sí se podría decir que es compensatorio, porque se sustituye una figura impositiva que siempre ha existido por otra de permanencia en el tiempo. Pero el arancel es la figura menos importante en el total de recursos que se deja de recibir.

En cuanto al numeral 2, nada tiene que ver una cosa con la otra, el FMI no le exige al gobierno que los ingresos deben sumar determinado monto, sino que el déficit debe permanecer alrededor de cierto número. Es decir, que es un mito la afirmación de que los ingresos del nuevo impuesto que se pretende crear, con permanencia en el tiempo, principalmente en sustitución del recargo cambiario, que repito es una figura pensada desde su inicio para terminara su aplicación en determinada fecha, son necesarios porque cuadra las cuentas con el FMI. Eso no es cierto, las cuentas se cuadran también reduciendo los gastos. Al FMI sólo le interesa que los cuadros se cuadren, independientemente del nivel, no establece que sean con nuevos ingresos ó reduciéndo gastos, la manera de hacerlo es un asunto privativo del gobierno y no del FMI. Además, la experiencia en el país es que los déficits nunca desaparecen de manera definitiva, los gobiernos, incluyendo a éste, con los nuevos impuestos lo que hacen es gastar más.

Para que el lector tenga una mejor comprensión de lo que decimos, y se dé cuenta de que es una tontería la afirmación del gobierno, conviene explicar la mecánica para un déficit deseado y las mentiras de los números del presupuesto. Para elaborar el presupuesto lo primero que se hace es determinar con cuánto ingreso se cuenta durante el año fiscal de que se trata, luego se estiman los gastos corrientes y de capital, y se establece un límite al déficit. Haciendo uso del estilo del Presidente Balaguer, en el presupuesto del 2005 el gobierno actual sub-estimó todas las partidas de ingreso, para en el papel producir un déficit. Como el estilo era conocido, no engañó al FMI ni a economistas independientes como es mi caso, en un artículo que escribimos al inicio del presente año hicimos la advertencia, pero creo que tampoco al Congreso Nacional lo engaño, aúnque lo aprobó. El tiempo me ha dado la razón, al mes de agosto del 2005, entre los ingresos  presupuestos y los recaudados, existe una diferencia de más de quince mil millones de pesos, diferencia que el gobierno llama superávit presupuestario, y que anuncia es el resultado de la buena administración de la hacienda pública. Es decir, de un déficit presupuestario pasó a un superávit de quince mil millones de pesos. La verdad es que el cambio de rojo a verde lo posibilitó la sub-estimaron de las partidas de ingresos, de eso no cabe ninguna duda.

La astucia del gobierno ahora se le devuelve, como es un asunto de caja, en ocho meses el sobrante presupuestario ha sido de quince mil millones de pesos y se estima en veinticuatro mil millones de pesos en doce meses, entonces sólo necesita seis mil millones de pesos para que las cuentas cuadren, ya que el gobierno ha dicho que con el tratado de libre comercio perderá alrededor de treinta mil millones de pesos. Lo anterior quiere decir que son innecesarios los ingresos adicionales de que habla el gobierno, que no se necesita aplicar un 16% de impuesto al bacalao, arenque, café, pasta dental, salsa de tomate, sopas, jabón, fósforos, cacao, chocolate, pescado, entre otros cientos de artículos que son de consumo diario entre los muy pobres y pobres dominicanos. En pocas palabras, el gobierno no necesita que le compensen.

Los productos finales (aúnque sí los insumos importados) de orígen interno que están en la canasta familiar actualmente no pagan el recargo cambiario, y en cambio sí pagarían el ITBIS, de modo que es otra prueba de que se trata de un nuevo impuesto. Pero miremos el asunto desde otro ángulo, si se llegaran aprobar los impuestos para que produzcan treinta mil millones de pesos, el gobierno tendría siempre un superávit de veinticuatro mil millones de pesos anuales, porque la costumbre es sub-valuar las partidas de ingresos. Qué hará el gobierno con los recursos sobrantes luego que termine el acuerdo con el FMI? Como todos los gobiernos del pasado, derrocharlos, tirarlos por la ventana en politiquería, iniciaría una carrera de gastos innecesarios que eliminaría el excedente presupuestario y mucho más de ahí, porque la tendencia de los gobiernos, y éste no ha demostrado ser la excepción, es gastar por encima de lo que le ingresa.

Antes de que envíe el proyecto al Congreso Nacional, el Presidente Fernández debe ponderar que en República Dominicana los impuestos existentes son demasiado altos, sino lo cree, que vea el tamaño que tiene la economía subterránea, la que no está al alcance de los gravámenes. Nuevas cargas lo que hace es ensanchar el tamaño de esa economía subterránea, y no es verdad que con medidas represivas, con castigos, se van a sorprender nuevos evasores, es un sueño externo de los burócratas en la Dirección de Impuestos Internos. Es posible que por un tiempo las cosas mejoren, pero cuando se baje la guardia, porque no es posible mantener la represión constante, se vuelve a la situación anterior ó a una peor. Eso significa que, y en lugar de sustituir el recargo cambiario, que como hemos dicho es de duración definida, por un impuesto de duración indefinida, lo que el gobierno debería hacer es reducir la carga tributaria, y cuadrar sus números reduciendo sus gastos, economizándose seis mil millones de pesos. Es un ejercicio que el Presidente debería mandar hacer, antes de que decida el envío del proyecto nada consensuado que tiene en sus manos. Es el mejor servicio le puede hacer al país en este momento.

Cómo es posible que en un gobierno del Dr. Leonel Fernández, tomando en cuenta su orígen, donde finalmente terminará porque ahí pertenece, a pesar de que por la coyuntura sectores pudientes y de influencia lo brinquen y se deje brincar, permita que claramente se carguen los costos de la reforma fiscal sobre los hombros de los más necesitados, a la canasta familiar? Yo pensé que el Presidente Fernández iba a aprovechar la oportunidad de oro que se le ha presentado, para cambiar radicalmente las fuentes de ingresos del gobierno, pero resulta que se ha conformado con más de lo mismo, y lo peor, en el siglo XXI. Se puede estar en favor ó en contra del Presidente Chávez, pero hay que aceptar que no le tiene miedo a nada ni a nadie y aplica sus ideas, las que entiende favorecen a la mayoría de los Venezolanos. Se puede estar en favor o en contra del Presidente Bush de los Estados Unidos, pero hay que reconocer que aplica lo que entiende es su ideología.

Esperaba que el nuevo gobierno del Dr. Fernández fuera de ideas, sin importar que fueran buenas ó malas desde mi punto de vista, pero lo que estoy mirándo hasta hoy es que se trata de una gestión que carece de iniciativas, lo que es muy lamentable. Basta el ejemplo de la reforma fiscal que intenta, como gobierno no ha sido capás de producir una con idea propia, es lamentable el espectáculo de los funcionarios tenderse en los brazos de intermediarios y del Conep, que por naturaleza no defienden los intereses de los consumidores, sino los propios. El Director de Aduanas fue sincero, reconoció que la reforma que se intenta a quien perjudica es a los consumidores y beneficia ampliamente a los empresarios, y no podía ser de otra manera. Frente a ese señalamiento el gobierno se quedó callado. Porqué?

Pensé que el Presidente Fernández iba a cambiar de arriba a abajo el destino de los recursos, priorizándo la educación pública aportándole cuatro ó cinco veces lo que actualmente recibe, para que eleve su eficiencia. Que se encargaría de revolucionar el sistema de salud, para que el servicio y la medicina le lleguen a los pobres con efectividad y sin excusas. Es que quiero a un Presidente Fernández que aplique sus ideas, cualquiera que sea, pero sus ideas, y no la de grupos de presión, un Presidente que piense que el futuro es el presente, ó que no hay futuro sin presente, y que aplique sus ideas. Confieso que me disgusta que el Presidente, que no le debe nada a nadie, a no ser al pueblo que lo eligió, se conforme con más de lo mismo, y continúe con la política de parches, sólo para quedar bien con los grupos de presión. De aplicar sus ideas, que necesariamente son mejores para los pobres que la de los grupos de presión, estoy plenamente seguro de que la reforma fiscal no sería un nuevo parche para favorecer a los empresarios como afirmó Miguel Cocco, sería muy diferente. Me pregunto, y no tengo respuesta, qué le está pasando al Presidente Fernández?

Déjenme ser más específico. Qué entiendo yo como idea del Presidente Fernández, por ejemplo en el área del impuesto sobre la renta, y que sin entender la razón no aplica. Me parece que está de acuerdo en que la gente debe ser gravada según su capacidad de pago, el que más tiene que sea el que más aporte al fisco. Estoy seguro que así piensa, principio que es perfectamente aplicable sin ser revolucionario, y sin que implique necesariamente una rotura con los grupos de presión, porque no implica una estructura de impuestos progresiva, porque la tasa marginal de impuesto se podría acomodar para que no aumente de manera muy progresiva a medida que sube la escala de ingresos.

Con un sistema así las personas con mayores ingresos son los que pagarían la mayor cantidad de impuestos, en el entendido de que no deberían esperar recibir a cambio del Estado un valor ni siquiera parecido a lo que pagan. De esa manera contribuyen con los que tienen menos, con los más necesitados. Frente a dios se sentirían en páz. Me atrevería afirmar que el Presidente Fernández no comparte la idea de que todo el mundo, sin importar su capacidad de pago, esté pagando la misma tasa de impuesto sobre la renta, porque lo justo es que se comience, por ejemplo, con una tasa baja digamos de 5% para los que menos pueden y que suba hasta 20% ó 30%, dependiendo del ingreso. Me refiero a un sistema parecido a lo que los economistas definimos como “discriminación de precios”, en este caso la discriminación la establecería el Estado, extrayendo recursos de la gente tomando en cuenta su ingreso.

Los consejeros del Presidente Fernández, los que apoyan la política parches, le dirían que existiría un incentivo para mentir acerca del ingreso que se recibe, pero es una constante sin importar el sistema que se use. Es responsabilidad del Estado controlar la situación para minimizar los engaños. Claro, hablamos de un sistema que no sea penalizante, que no desincentive el trabajo productivo, un sistema donde el ganar más, trabajar más fuerte, y aportar al Estado, sean objetivos individuales. Donde el Estado obtenga los recursos necesarios, incluyendo los del Banco Central, para garantizar una estabilidad macroeconómica confiable y de permanencia en el tiempo.

Si no se está dispuesto a realizar una reforma profunda, la alternativa no es la aprobación de nuevos parches al sistema impositivo, porque como hemos demostrado, al gobierno no le hacen falta nuevas fuentes de ingresos, como tampoco corre peligro el acuerdo con el FMI. En ese caso, y dado el temor del poder ejecutivo para acometer la reforma que se necesita para que el crecimiento de largo plazo sea verdadero y los beneficios se redistribuyan, el Congreso Nacional debería sentarse con el gobierno para ayudarlo a reducir los gastos corrientes en seis mil millones de pesos, que sumado al excedente presupuestario que se espera para doce meses, complete los treinta mil millones de pesos de que se habla. Los economistas dividimos los ingresos tributarios entre el PIB corriente para tener una presión fiscal y decir que es de 16% en este momento, y que debe ser de 20% porque tal ó cuál país tiene ese nivel. Es uno de los errores clásicos de los economistas, sacar conclusiones profundas con comparaciones simples, sin estudiar con detenimiento la estructura fiscal. A qué me refiero? Por ejemplo, y siguiendo con el impuesto sobre la renta, si el nuestro es alto pero con múltiples posibilidades de evasión y exenciones, entonces es improductivo como efectivamente lo es. Si se tuvieran tasas bajas y sin exenciones, los resultados serían muy diferentes.

Paso a contestar la última afirmación, de que los precios bajarán ó se quedaran igual con la reforma que se pretende. La respuesta es simple, en los mercados donde haya competencia, es posible que los precios tengan ese comportamiento, pero en los que no haya competencia, los precios se quedarán colgando. En el primer grupo incluímos contados productos de orígen agropecuario, y en el segundo todos los demás. En total, son más de doscientos los nuevos productos que pagarán ITBIS, la mayoría pertenecientes a mercados donde no hay competencia, y que pagarán un impuesto que para el gobierno probablemente tendrá una efectividad menor al 50% del índice de cobro del recargo cambiario, es decir, un impuesto menos productivo para el fisco y más productivo para los empresarios y comerciantes, que serán los agentes de retención.

Lo anterior quiere decir que promedio no se puede apostar, como afirman categóricamente los funcionarios del gobierno, que los precios bajarán ó que se quedarán igual, porque lo más probable es que los comerciantes se queden con la diferencia. Que nadie se extrañe, porque ha sido la experiencia, o sino que se compare con la situación actual, la tasa de cambio bajó y los precios nunca bajaron. Entonces no convence la justificación del gobierno para intentar cobrar ITBIS a los productos básicos, la intención ya es vista como una injerencia excesiva e inoportuna en los asuntos fundamentales de la cotidianidad del sector consumidor, por eso el juicio popular comienza a pensar que se trata de una violación de nociones convenidas como justas.

LA POBLACIÓN SE CARACTERIZA

El Presidente Fernández debe cuidarse de los que le dicen que se pueden aumentar los impuestos porque todo va muy bien, es lo contrario, las cosas marchan muy mal, y sino que escuche al pueblo que le está diciendo que se el cambie el ritmo de la política económica. El sobre-ajuste innecesario a que está sometida la población se caracteriza por una reducción excesiva del efectivo en manos del público, que el ahorro se penalice pagándose un interés excesivamente bajo, porque el volúmen de certificados del Banco Central aumenta constantemente y el FMI estableció un límite al déficit cuasi fiscal.

Las empresas no tienen acceso al crédito bancario, no hay forma de que piensen en producir, y los bancos comerciales ya comienzan a tener problemas con su rentabilidad, lo que es súmamente peligroso. Los siguientes números son reveladores: Al 15 de agosto del 2005, los depósitos privados en los bancos comerciales sumaban $230 mil millones de pesos, de éstos debieron prestar $184 mil millones de pesos, pero sólo han prestado $130 mil millones de pesos, es decir el 71%. El resto está en el Banco Central ganando un interés promedio de 15%. El público exige a los bancos comerciales que le pague más del 4% que le ofrecen, una amenaza para la rentabilidad de los bancos. A eso me refiero.

Las cosas no paran ahí, los colmados han reducido sus ventas sensiblemente, los precios de los productos básicos y de los que no son fundamentales para la dieta diaria están por la nube, las pérdidas de empleos en zonas francas suman más de treinta mil, los hoteleros se quejan de que están al borde del colapso, su rentabilidad ya se torna negativa. Se puede decir que son resultados positivos? Que son buenas noticias? Claro que no. Presidente, el momento no es para cargar ITBIS a los productos de la canasta, no es para parches fiscales, es para algo más serio. Aplique sus ideas, que Ud. fue votado para cambios, no para que todo siga igual o peor.

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