POR CARLOS FRANCISCO ELÍAS
EL MAL COMIENZO O LA IGNORANCIA DE ROLES. Desde hacía mucho tiempo se había advertido que la cinemateca, ahora dominicana, no cumplía con su rol en los términos internacionalmente conocidos; se convirtió en un recipiente casual que proyectaba películas según la suerte de una programación que el azar de las embajadas hacía funcionar con su programa, en otras palabras era lo que había.
Pero todo el que idea somera tenía del asunto sabía perfectamente que las cosas no andaban bien y que el desarrollo acelerado de proiyectos privados de cine alternativo se debía entre otras cosas a que la Cinemateca no había cumplido su rol de una verdadera cinemateca: difundir con criterio, preservar lo poco que tiene (o que que le han dejado los depredadores con «filosofia» de defensores de realizadores nacionales) y crear la plataforma para una animación fílmica que logre involucrar a las nuevas generaciones.
Las quejas de nada sirven, pero el historial es ineludible, porque de lo contrario se olvida: todavía en la propia Ciemateca Dominicana se lucha contra remanentes del pasado que han intentado, sin plantearse de modo formal con cierta sensibilidad, que todo el material de archivo encontrado se tire a la calle sin revisión alguna, se tire a la calle como si fuera un simple basurero sin dolientes ni parientes.
Me he opuesto radicalmente a botar material alguno sin revisar qué se puede conservar y qué no.
Si ya los depredadores de turno hicieron su fiesta, dicho sea de paso, no hay necesidad de seguir trillando ese camino, habida cuenta de que tampoco se encontró recibo de préstamo alguno, para que la impunidad quede cubierta por los siglos de los siglos, práctica al parecer endémica de nuestras costumbres.
En otras palabras, La hoy Cinemateca Dominicana comenzó mal y siguió profundizando sus males sin un criterio de personal interesado y especializado en el tema, pululantes extraños se paseaban por allí como si aquel lugar más que un lugar de trabajo y servicio, fuera un hospedaje de mala muerte, espacio de marginalidad estéril, sin meta precisa.
Las culpas no construyen futuro, lo oscurecen. Pero si es importante dejar al menos memoria de loshechos, para que no se olviden y haya un estímulo crítico de recuento y visión, para que no se repitan, esa garantía hay que estimularla.
UNA POLÍTICA PUBLICA DE DIFUSION VISUAL CON LOS ENTES DE LA SECRETARIA DE ESTADO DE CULTURA
Al contrario de lo que se piensa, la madurez de un país en estos asuntos depende de la madurez de sus instituciones, si muchas cosas ahora salen como deben salir, se debe a que el proceso evolutivo del país ahora lo permite.
La constante es la misma siempre: se llega a un lugar cuando la madurez lo requiere y cuando ciertas coyunturas lo demandan, es el caso de la renovación de la Cinemateca, es el caso de la ley de cine y es el caso de la creación de la Dinac, Dirección Nacional de Cine.
Si un país no tiene profesionales de cine; no puede tampoco abocarse a crear instituciones que luego serán manejadas por burócratas indolentes sin noción alguna de filosofía de servicio público que en definitiva estas instituciones fílmicas deberían tener como filosofia general; porque a sus empleados, profesionales o no, se les paga con dinero del contribuyente entiendo.
Esta etapa que vive la República Dominicana en materia de evolución de sus instituciones visuales amerita de que al margen de la promulgación de la Ley de cine se instauren las ideas programáticas de uso en todo el territorio nacional de una politica cultural del Estado para los entes audiovisuales, habida cuenta de que la Ley de Cine sera sólo un marco legal reglamentario, donde el Estado, los interesados y afines busquen la mejor regla de juego para que el país tenga una plataforma que permita la explotación cinematográfica tanto nacional como internacional; de lo que se trata es que esta política básica de difusión de lo audiovisual en todo su género (VDV, VHS, 35mm, 16 mm, Super 8 y todo sistema capaz de ser clasificado en el momento de su aparición) sea comprendida como un esfuerzo importante para dejar atrás muchas décadas de nulidad y oscurantismo que han sometido a nuestra población a una veda o a falsos contactos en la búsquedad de un pensamiento o idea que le permitan ver el mundo exterior con las contradiciones, valores y antivalores, más los perfiles de una época tan difícil como la nuestra.
Una política Audiovisual para todo el territorio nacional debe tener correspondencia con las ideas que ahora están en el aire; para que los entes creados por la Secretaría de Estado de Cultura tengan una guía de acción que justifique todo el proyecto que ahora está en curso.
Al hacer estas ideas públicas, yo mismo que vengo de un ejercicio profesional cinematográfico privado, es con el fin de que iniciemos un estado de conciencia público y privado en el que el beneficiario final sea el público, se debe tratar de que se entienda, de que el objetivo final en ambos sectores debe ser el mejoramiento de la calidad de lo que el público debe ver.
Desde la desaparición de los cines privados la oferta visual para el dominicano promedio ha descendido de calidad, a ello agrégese el carácter infernal de la propuesta televisiva dominicana, tanto de la televisión de Broadcasting (la común), como la del cable, que dejan mucho que desear en un medio donde el público no tiene dónde acudir para hacer la reclamaciones de lugar como consumidor de televisión.
Amplios sectores de la clase media urbana o interurbana (Santo Domingo, Santiago, La Romana, San Pedro de Macorís, Puerto Plata, San Francisco de Macorís, La Vega) han logrado palear estas situaciones haciendo uso del alquiler de videos o exigiendo a sus distribuidores de cable regional una oferta diferente, a la programada en Santo Domingo.
Cuando hablamos de esta política de difusión de lo audiovisual, tampoco estoy pretendiendo otorgarle al Estado un control omnímodo y totalitario, de lo que se trata es de que exista una preocupación por la difusión del audiovisual, el objetivo de esa política pública debiese estar al servicio de ciertos niveles de la población, que en el momento actual adolecen de preferencias en la oferta visual de su interés, como son el área infantil y adolescente, niveles de la población además que debiesen tener un ejercicio de pedagogía visual que les permita descifrar las ofertas pots-modernas del mundo audiovisual contemporáneo.
Para que muchos de estos proyectos visuales tengan una feliz culminación y trabajen en coordinación con fines precisos (DINAC, Cinemateca Dominicana y otros entes audivisuales vinculados a la Secretaría de Cultura), será necesario un marco teórico que auspicie una política audivisual con visión clara, avalada con ideas transcendentes como lo han hecho con inteligencia otros países, que han atravesado con éxito la misma situación que hoy vive la República Dominicana.
LA RENOVACION DE LA CINEMATECA DOMINICANA Y SU APORTE A ESTA
POLITICA AUDIVISUAL
La Cinemateca Dominicana, a la que todavía hay que escribirle un ideario, porque no lo tiene, en la medida de los recursos disponibles a su alcance está en el deber de crear un interés en la población de todo lo que sea cine de calidad y formación pedagógica en áreas de interés cinematográfico, su rol esencial para el año 2005, sería crear las líneas de la difusión programática de un cine aún no programado en sus pantallas, el mismo debe generar un proceso de debate porque las ideas visuales en su difusión están llamadas a crear esta suerte de debate contradictorio sobre la base del principio dialéctico de que ningún pensamiento y ninguna mirada por suerte es igual en la tierra.
El respeto a esa diversidad es un principio fundamental de la difusión audivisual, debido a que es el único modo en que las pantallas difunden con libertad lo producido por otra diversidad de pensadores, la correspondencia entre una diversidad y otra, es decir diversidad de público, diversidad de realizadores, ayudarán a crear esa chispa que el pensamiento libre está supuesto a crear.
Sobre la base de estos criterios la Cinemateca Dominicana y su equipo de programación, deberán abrir puertas en el mundo para tratar de conseguir la mayor diversidad de realizadores y realizadoras cuyo modo de expresión sean las imágenes que moviéndose por el mundo contribuyan a una nueva conciencia democrática.