Hacia el DR-CAFTA

Hacia el DR-CAFTA

El nuevo aplazamiento de la entrada en vigencia del Tratado de Libre Comercio entre República Dominicana, Centroamérica y Estados Unidos (DR-CAFTA) debe ser interpretado como un paso normal y necesario para que puedan ser armonizados los intereses contemplados en un acuerdo tan voluminoso y delicado como ese.

Hay que entender que este instrumento de intercambio comercial impone profundas transformaciones, que en el caso particular de la República Dominicana comprometen, por ejemplo, el régimen fiscal que sustenta en gran medida las finanzas públicas.

Aparte de los cambios en el orden fiscal, el DR-CAFTA establece un marco de competencia comercial que deberá tener gran influencia en el aparato productivo local, en el comportamiento de la economía, del empleo y de otros aspectos vitales para el país, cuya integridad debe ser preservada a toda costa. La delicadeza de estos aspectos reclama mucha dedicación y cuidado de parte de los técnicos y negociadores en la materia.

Una particularidad de los tratados comerciales –y el DR-CAFTA no es excepción- es que las terminologías empleadas en los instrumentos de implementación tienen que estar armonizadas de tal manera que queden eliminadas las posibilidades de interpretaciones o significaciones duales. Se trata de un proceso delicado y lento por los muchos intercambios de notas y comentarios entre las partes, relacionados con los aspectos sujetos a revisión.

-II-

Más que preocuparnos por la fecha de entrada en vigencia del DR-CAFTA, los dominicanos debemos procurar que lleguemos al momento de aplicación debidamente preparados para hacerle frente a los cambios, a las transformaciones a las cuales algunos temen y otros ven con optimismo y decisión.

Lo ideal sería que un país que exporta hacia Estados Unidos más de un 80% de su producción bajo el actual régimen arancelario, se sienta más que estimulado a incrementar su participación en aquel inmenso mercado bajo un régimen de desmonte arancelario, de eliminación de barreras. Sin embargo, hay que mirar hacia adentro y considerar que esos mismos desmontes fomentan una competencia muy fuerte con la cual debe lidiar nuestro aparato productivo.

Esto obliga al país a procurar los medios para que la bilateralidad del DR-CAFTA esté revestida del mayor grado de equidad que sea posible entre dos economías tan disímiles como las de República Dominicana y los Estados Unidos, entre dos capacidades de competencia tan desiguales. Las pautas de intercambio, aunque rigen por igual para las partes, no tienen en cada país los mismos efectos, entre otras cosas por las diferencias de orden económico.

El DR-CAFTA es, sin duda alguna, una cantera de oportunidades para la industria y el comercio locales. El provecho dependerá de cuan preparados estemos para  competir en el mercado externo y evitar ser abatidos por la competencia en el mercado interno de bienes y servicios.

Lo justo y razonable es que lleguemos a la implementación en el momento justo, cuando haya una plena armonización de intereses. Ni antes ni después.

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