Durante décadas ya felizmente superadas, daba “grimas” transitar por ciertas vías troncales del país, especialmente de noche, por el temor a la ocurrencia de accidentes y desperfectos mecánicos en los vehículos, sin posibilidad entonces de contar con rápida y segura asistencia.
Paradójicamente, los automovilistas que se desplazan por las principales carreteras, pueden comprobar que esas vías cuentan ahora con más seguridad de la que disponen en los centros urbanos, donde están virtualmente a merced de peligrosos antisociales.
En medio de una autopista obscura, un neumático pinchado o repentinamente colapsado por un estallido no sólo representaba una dificultad, sino un serio peligro, pues se necesitaba pedir auxilio. Pero ¿cómo diferenciar entre un buen samaritano a un desalmado transeúnte o viajero que se aprovechara del percance?
La incertidumbre e indefensión ha venido a ser suplida por las unidades motorizadas, con mecánicos a bordo y agentes militares que el Ministerio de Obras Públicas ha colocado, a distancias estratégicas, a lo largo del trayecto en autopistas de diferentes puntos del país.
Personalmente y en compañía de mi familia he observado, en recientes incursiones de turismo interno por Samaná y la región Este, la prontitud y eficiencia con que operan esas unidades, que no abandonan a los que han pedido auxilio hasta que éstos han logrado solucionar su dificultad para poder continuar la marcha. Aunque su objetivo básico no es de protección ciudadana, en gran medida también proporcionan esa función, en ausencia de agentes de la Policía y de la Amet que muy bien podrían reforzar este vital servicio, además de prevenir accidentes, evitar manejos temerarios y salvar vidas.
Hay que reconocer, sin embargo, que estos organismos tienen limitaciones operativas y logísticas y que con recursos no del todo suficientes, no dan abasto para enfrentar, con abarcadora efectividad, el torbellino con que se desenvuelve el tránsito en ciudades cada vez más congestionadas.
Al disponer de un número teléfono de emergencia vial, que se coloca en letreros cada determinada distancia, además del recurso disponible con el 911, los conductores pueden informar con celeridad su problema en las carreras y lograr asistencia en la misma zona donde se encuentran varados.
Una buena señalización contribuye también a orientar a los viajeros y de noche, la iluminación que proporcionan los llamados ojos de gato permite una mejor más segura conducción, hasta que desaprensivos no se den a la tarea de sustraerlos, como ha ocurrido en el pasado.
En la autopista Duarte, las unidades de Obras Públicas también han cumplido un papel importante en la prevención, ya que en esa vía eran frecuentes los asaltos hasta de camiones cargados de mercancía. Se recuerdan, además, las tropelías que se cometían cerca de Villa Altagracia mediante la colocación de obstáculos o la rotura de cristales con piedras para que los vehículos se accidentaran o tuvieran que detenerse repentinamente y asaltar a sus ocupantes, luego de simular que iban con la intención de auxilio.
Así como es necesario criticar las cosas que andan mal, pero no en actitud meramente quejumbrosa, sino siempre con el ánimo de se arreglen —sobre todo cuando el bien común está de por medio— también se impone destacar y estimular a los responsables de servicios que contribuyen a rodear a los ciudadanías de facilidades y garantías, aunque esa sea su ineludible obligación.