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Los agitadores inconscientes, podríamos decir, que injustamente han sublevado el vecindario donde se ejecutan obras que transforman dichos sectores, sin tomar en consideración, que las mismas son una magnifica contribución al desarrollo, no solo de la ciudad, sino del país y una oportunidad de trabajo seguro para un amplio espectro de la clase trabajadora, que hacía años no tenía donde ganarse el sustento de sus familias, deberían medir las consecuencias de sus actos, que podría derivar en acciones de fuerza o en algo peor y luego ellos mismos más temprano ó mas tarde, ni siquiera podrían dejar oír sus lamentaciones.
En los casos esperpénticos de las últimas semanas durante las cuales se sembró de espanto al través de las narraciones de los conflictos en la prensa nacional se ve y se presiente que por lo bajo existe un fantasma: la ausencia de aprecio a los moradores de las localidades por el sentido de representación de los genuinos dirigentes barriales. Los habitantes de esos barrios o los intrusos que desde otras zonas, incursionan y asaltan y acosan al Gobierno con sus reclamos y demandas injustificadas, ofrecen una pobre imagen, que nos hace presumir su relación con aquellos a los que han elegido, acaba en el momento en que depositan sus votos en las urnas.
Y es necesario recordar a los que actúan en esa forma, que “el sistema democrático es un artificio que precisa del respeto a las formas, usos y convenciones” porque esas declaraciones no importa quién las haga, autoridades o el pueblo, llenas de carga emocional, son claras evidencias de falta de respeto para los más simples derechos, son un pésimo servicio para el afianzamiento de la democracia y dentro de toda organización democrática.