Hacia la sepultura de la democracia

Hacia la sepultura de la democracia

TEÓFILO QUICO TABAR
Las dificultades que ha tenido la sociedad dominicana para sacudirse de los métodos negativos que han impedido el desarrollo armónico de nuestro llamado sistema democrático, así como el funcionamiento eficiente y práctico de todas las cosas esenciales que posibilitan una calidad de vida adecuada para todos, se le puede atribuir en gran medida a la disminución de los escrúpulos en casi todas las actividades, como consecuencia de la ampliación de las zonas de control éticos y morales. 

 En la misma medida en que a la sociedad se le han ido añadiendo nuevos elementos del llamado mundo modernizante. Sumándole adornos materiales y enriqueciéndola con cuestiones cuyos usos o consumo se pueden calificar como un delirio obligatorio para una parte importante de la población, dejando de lado las cosas de orden moral y espiritual, en esa misma medida ha ido creciendo la zona de tolerancia.



Cada día aparecen nuevas cosas y costumbres que moldean los comportamientos de la gente. Cada gran país y cada gran empresa utilizan sus enormes potenciales para «ingerenciar» en las costumbres y estilos de los ciudadanos. Crece la oferta. Se crean nuevas expectativas y concomitantemente aumentan las necesidades de adquirir esas cosas, pero los ingresos de la mayoría casi absoluta no soportan esos embates, porque no crecen al mismo ritmo que las ofertas, incluyendo el sistema educativo.

Como de hecho se ha producido un «desbalance» grande en la sociedad, de alguna manera había que compensarlo, y el más práctico fue recurrir a la modificación de los patrones de conductas. De esa manera, manejando los parámetros conductuales y sobre-valorizando las cosas que carecen de importancia moral y cultural, acondicionaban el terreno para este nuevo esquema que se asemeja a una selva de bulevares arrabalizados.

Muchos hombres y mujeres se levantaron con esquemas que moldearon sus vidas en diferentes actividades, independientemente de la concepción filosófica, donde el honor, el deber, el respeto, la decencia y la pulcritud se imponían por encima de todo. Creyendo en una revolución emancipadora o en unos cambios de estructuras que nunca llegaron. La mayoría sin amasar riquezas, traficar con influencias, ni utilizar cualquier vía para garantizar el futuro de sus hijos. Porque el canal conductual era bastante estrecho y se podía distinguir a simple vista entre lo bueno de lo malo.

Muchos dedicaron la mayor parte de sus vidas al trabajo creador, al estudio, a la enseñanza, e incluso a la política, dentro de un esquema mucho más romántico y místico. Guiados por unos principios que hoy se consideran obsoletos

Pero la sociedad moderna y los nuevos estilos exigen más cosas materiales, más bienes, más riquezas. Por eso tal vez se producen esos contrasentidos en el comportamiento de algunos revolucionarios, que tal vez por gravedad se vieron precisados a aceptar la nueva amplitud de los patrones conductuales de la corriente moderna.

Por esas circunstancias aquí las cosas no han funcionado y cada vez más personas pierden las esperanzas, porque los patrones que conducen el accionar en casi todas las actividades, especialmente del poder político, se alejan de las reales necesidades de la gente y se enrumban hacia sueños o ilusiones carentes de racionalidad, de humildad, de ética, buenas enseñanzas e incluso de amor.

El tamaño del parámetro ético conductual de los sectores de poder y de los que ejercen la dirección de casi todas las actividades de la vida nacional que moldea la sociedad, se ha ido poniendo del mismo tamaño de las conveniencias.

Volver a parámetros estrechos, donde lo bueno sea bueno y lo malo, malo, sin necesidad de disfraces sociales o mediáticos capaces de borrar cualquier cosa, se hace difícil.

Si no nos apresuramos a tomar en serio la necesidad de estrechar los parámetros conductuales de la sociedad, comenzando por la cúpula dirigente, especialmente del poder, nos enrumbamos al desorden total. Y si no establecemos mecanismos de control que rescate la autoridad en todos los sentidos, continuaremos avanzando a paso firme, pero a la sepultura de la democracia.

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