HACIA LO ALTO
El pan de vida es Jesucristo

<STRONG>HACIA LO ALTO<BR></STRONG>El pan de vida es Jesucristo

LEONOR MARÍA ASILIS
Leonor.asilis@codetel.net.do
“Quien coma de ese pan vivirá para siempre”
Hace pocos días,  la Iglesia celebró la fiesta del Corpus Christi.  Misterio de nuestra fe.

El Santísimo cuerpo y sangre de Cristo presente en el pan y el vino.

Aunque no lo entendamos,  Nuestro Dios, quien es omnipresente,  se encuentra de forma especial en la Eucaristía. Reconocemos que tal hecho sobrepasa toda lógica humana. Sin embargo, es así.

Si creemos que Dios es todopoderoso, y se anonadó haciéndose hombre  en Jesucristo, ¿por qué razón no habremos de creerle precisamente a Él, quien dispuso este sacramento para nuestro bien?

Él quiso quedarse también de esta forma con nosotros. En Juan 6, Jesús nos dice: “Yo soy el pan de la vida, si uno come de este pan, vivirá para siempre”.

Y nosotros, ¿le habremos de rechazar? ¿Acaso somos quienes le  trazamos pautas, diciéndole que en esto creemos y en esto no?

No seamos tontos y aceptemos este incomparable gesto de amor. Sacramento excelso que nunca podremos captar a plenitud, y que lamentablemente no agradecemos lo suficiente, y tampoco le aprovechamos. Sin embargo, aun hay tiempo.

Él permanece pacientemente esperándonos.

No perdamos más  tiempo y vayamos gozosos a su encuentro tanto en la adoración, y si estamos bien dispuestos, a recibirlo en la comunión.

Siento querer compartirles una experiencia interior personal que avivó mi fe en la eucaristía. Por cierto, muy sencilla, sin dejar de ser profunda. San Agustín, (mi autor preferido), hizo alusión a lo que decía a sus feligreses  cuando celebraba este  sacramento y veía el desdén con que muchos se acercaban a recibirlo y les replicaba: ¿Es que no se dan cuenta que es a Dios mismo a quien reciben?

Este comentario removió mi alma.

Así también, son muchos los testimonios hasta de sanación física e interior que se han dado y continuamente llueven a través de la presencia de Jesús sacramentado.

Para terminar, recordaremos a uno de los primeros.

Ocurrió en Lanciano, (Italia) en el año 700. Un monje de la Orden de San Basilio pasaba una crisis de fe. Dudaba de la presencia real de Nuestro Señor Jesús en la Eucaristía. Oraba constantemente para librarse de estas dudas. Mientras, su sacerdocio se convirtió en rutina, especialmente la celebración de la Santa Misa y para colmar su situación, el ambiente del mundo en que vivía no le ayudaba a fortalecer su fe. Había muchos que negaban la presencia real del Señor en la Eucaristía y cada vez se convencía más, por la lógica humana, de esas herejías.

Una mañana, mientras celebraba la Misa, y siendo fuertemente atacado por la duda, después de haber pronunciado las solemnes palabras de la consagración, vio como la Santa Hostia se convirtió en un círculo de sangre y el vino en sangre visible. Estaba ante un fenómeno sobrenatural visible que le hizo llorar incontrolablemente. Aun hoy, la conservación de la Carne y de la Sangre, dejadas al estado natural por espacio de doce siglos y expuestas a la acción de agentes atmosféricos y biológicos, es de por sí un fenómeno admirable.

Vayamos al Señor y agradezcámosle su presencia.

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