HACIA LO ALTO
El verdadero sentido   de la cruz

<STRONG>HACIA LO ALTO</STRONG><BR>El verdadero sentido   de la cruz

Leonor María Asilis E.
leonor.asilis@codetel.net.do 
Nos acercamos a la celebración del misterio de nuestra redención. El sacrificio de la crucifixión de  nuestro Señor Jesucristo.

El misterio de la muerte del hombre-Dios para salvarnos.

 Y a nosotros, ¿qué nos toca?

Admirarle, aceptarle, agradeciéndole profundamente su amor por nosotros, adorándole, y siguiéndole como nos dice, cargando cada uno con nuestra cruz unido a Él para que un día podamos resucitar en la gloria.

Hoy nos ocuparemos en reflexionar sobre los beneficios de meditar sobre este misterio.

La respuesta es sencilla y muy humana: los verdaderos amigos se conocen en las malas. Todos queremos gozar de la resurrección sin pasar por la cruz.

Y eso, no es amor. Es interés, y falsedad.

El que ama, sufre con el amado. Y si el amado es Dios hecho hombre que carga con nuestras miserias, más se justifica el que suframos con Él.

Correspondamos al amor de los amores.

Según han testificado muchos santos, entre ellos el padre Pío de Pietrelcina, santa Gertrudis y otros, cualquier meditación acerca de la pasión de Nuestro Señor Jesucristo es de mucho agrado al Corazón de Jesús y de mucho provecho espiritual para quien devotamente la hace.

Jesucristo les ha revelado que Él acepta la piadosa contemplación de sus divinos padecimientos como si en el tiempo de su pasión el alma que hoy lo compadece lo hubiera ayudado y socorrido.

También en nuestros días hemos visto cómo el conocido actor y director de cine Mel Gibson ha procurado un bien inestimable entre los fieles al reproducir cinematográficamente “La pasión de Cristo”, y con este film muchos se han convertido.

Una de las causas de nuestra dureza e insensibilidad es el descuido en meditar este misterio de redención.

Bien decía san Buenaventura: “No debemos nosotros cansarnos de meditar en lo que Jesucristo no se cansó en soportar en Él mismo.”

Posiblemente san Pablo nos señala este signo de predestinación cuando afirma que si sufrimos con Cristo, seremos con Él glorificados.

Para terminar, las palabras de san Agustín:

“..Así, pues, no solo no debemos avergonzarnos de la muerte del Señor, nuestro Dios, sino más bien poner en ella toda nuestra confianza y nuestra gloria”. También señala: “Realizó con nosotros un admirable comercio en base a una mutua participación: el don de morir era nuestro, el don de vivir será suyo…”

“Llenos de coraje, confesemos, o más bien, profesemos, hermanos, que Cristo fue crucificado por nosotros”. “…Cruz que hemos colocado en la misma frente, es decir, en la sede del pudor, para que no nos avergoncemos”. Y agregamos, cruz que optamos cargar por amor del que nos redime y por la cual  y a través de ella atravesaremos la muerte para llegar con Cristo y en Cristo a la resurrección eterna.

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