Hacia San Juan de la Maguana

Hacia San Juan de la Maguana

LOURDES CAMILO DE CUELLO
Doña Lourdes, me llama don Carlos Hernández, director del Museo del Hombre Dominicano, debemos ir a San Juan de la Maguana. Debemos hablar con la síndico pues hemos sabido que la misma se apresta a limpiar y rehabilitar la plaza ceremonial indígena conocida como Corral de los Indios, insistió don Carlos.

Junto a don Carlos, Harold Olsen y Abelardo Jiménez, todos antropólogos, y otras cosas más, abordamos el vehículo muy temprano y por la vieja carretera de San Cristóbal avanzamos para recoger a otra profesional de igual valía, Glenys Tavárez, quien en una estación de gasolina nos esperaba.

Camino a San Juan, un poco adormecida, oí a Glenys comentar: «La última vez que fui con Galeno a Elías Piña, acompañé al doctor Toñito Zaglul y a su esposa Josefina, quienes en aquella época eran embajadores dominicanos en Madrid, España.»

Toñito había convocado a una reunión a todas las mujeres de Elías Piña pues desde allí salían como oleadas hasta el aeropuerto de Barajas. (En aquel entonces las restricciones de visado hacia Europa eran menos rígidas, tanto que no existían). Al convite asistieron unas 500 todas mujeres.

Le preocupaban al doctor Zaglul las condiciones de las dominicanas que migraban y allí fue a decirles qué debían hacer, cómo debían comportarse, qué debían saber, cómo debían vestir, pintarse y hasta cómo usar el tono de la voz.

(En ese momento recordé qué poco nos importa el que migra. «Hoy murieron cinco». «Atraparon a veinte». «Zozobró otro bote». «Contrabando humano y lucro». Se ha hecho una rutina. Poco nos importa el pasajero, sus vicisitudes, su arrojo. Los denostamos. Ha habido casos de viajeras cuyas solicitudes debieron ser recompensadas debidamente.)

¡Gente como Toñito, con tal calidad humana, es difícil de encontrar!

Pero volvamos a nuestro viaje.

Una carretera nueva, a término su pronta inauguración, en un espacio limpio, de campos una veces frondosos, otras veces de escasa vegetación.

Hasta llegar al pueblo, no se perciben casas, ni comercios cercanos a la carretera.

(Entonces recordé al arquitecto Eduardo Mangada, español, responsable del ordenamiento de Madrid luego de la dictadura franquista, quien recientemente ofreció una charla en FUNGLODE, y quien luego de una visita a Puerto Plata contaba, como lo más sorprendente, haber descubierto toda una ciudad al borde de la carretera Santiago Puerto Plata.)

Un arco de triunfo nos espera al acercarnos al centro de la ciudad de San Juan de la Maguana. «Lo construyó Trujillo» nos dijeron. Y muy próximo estaría el edificio del Ayuntamiento. Allí esperamos algunos minutos «La síndica está instalando una exposición en otro local».

Y como un torbellino la vimos entrar seguida de muchos: una muleta, una solicitud no recompensada, unos zapatos: son los pobres sin empleos.

E inmediatamente nos enseñó la remodelación del local en que estábamos, hablándonos de sus planes inmediatos.

Nos subimos a los vehículos para dirigirnos a la plaza ceremonial indígena, donde aseguran Anacaona realizaba sus areítos y donde también los indios hacían sus ritos ceremoniales.

En el camino nos detuvimos en una plaza de nombre Anacaona, que se propone ilustrar los distintos aspectos de la sociedad indígena. En medio de la rotonda hay una estatua de la reina Anacaona sentada en su trono.

Allí supimos que la arquitecta era la síndico: Hanoi Sánchez, la misma que nos acompañaba en este recorrido.

Seguimos nuestra ruta hacia el paraje de Juan de Herrera, y muy pronto llegaríamos al sitio histórico.

Lo que vimos allí, será tema de otro artículo.

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