¿Hacia un bipartidismo?

¿Hacia un bipartidismo?

ROSARIO ESPINAL
rosares@hotmail.com 
Los resultados electorales indican que la política dominicana se dirige de nuevo a un bipartidismo, ahora conformado por el PLD y el PRD.

Desde 1996, el PRSC ha perdido votantes, y después de la muerte de Balaguer, el reformismo se ha fragmentado en cada coyuntura electoral. El principal beneficiario ha sido el PLD.

Sin liderazgo visionario y sin un gobierno que sustentara la maquinaria clientelista, el PRSC ha colapsado y muchos balagueristas se han refugiado en el liderazgo de Leonel Fernández.

La masa silente y los sectores de poder han encontrado en él un referente de orden, mientras muchos dirigentes y activistas han podido acceder a los beneficios clientelistas.

El declive electoral de un partido en transición es natural, pero el problema principal del PRSC es que ha perdido muchos dirigentes. Eso dificulta que pueda reconstituirse y ser opción de poder en el corto y mediano plazo.

El PRD, por el contrario, ha demostrado su capacidad de mantener intacta casi toda su dirigencia y amplió en 6% su masa de votantes con respecto al 2004.

Con este aval, el PRD se perfila como la única fuerza opositora importante del país, aunque su capacidad de articular una mayoría electoral sigue constituyendo un gran reto. Dependerá de la efectividad para encontrar un liderazgo que mantenga unido el perredeísmo y trascienda el voto duro.

En la última década, Leonel Fernández ha sido el político de mayores éxitos electorales.

Cuenta con habilidades y le han ayudado las coyunturas políticas.

En 1996 se benefició del apoyo de Balaguer para asegurar una victoria en segunda vuelta, y en el 2004 recibió el apoyo masivo del electorado en medio de la crisis económica.

En el 2008, el triunfo de Fernández tiene varias explicaciones. El clima de confianza económica que generó su administración, la desintegración del PRSC por los desatinos reformistas, el transfuguismo amparado por el gobierno, las deficiencias políticas de los principales candidatos de oposición, y la red clientelar gubernamental.

Para sustentar su liderazgo en el nuevo cuatrienio, el presidente Fernández está obligado a continuar generando un clima de confianza económica en medio de las adversidades nacionales e internacionales.

 Tiene además que enfrentar con efectividad el problema de la sucesión de candidatura presidencial en su partido.

Si el PLD y el PRD tienen éxitos en sus proyectos políticos en los próximos años, se afianzará el bipartidismo.

No será un bipartidismo puro de identificación partidaria, sino que dependerá del apoyo de fuerzas políticas minoritarias y del electorado independiente, porque ni el PLD ni el PRD aglutinan por sí solos una mayoría absoluta de votos.

Pero si el PLD o el PRD fracasa en sostener su maquinaria electoral, entonces se abrirán espacios para el surgimiento de candidaturas presidenciales fuera de los partidos tradicionales.

La República Dominicana tiene uno de los sistemas partidarios más estables de América Latina. En los años 60 y 70, los partidos se caracterizaron por su vitalidad y diferencias ideológicas.

 Desde los años 80, la diferenciación comenzó a evaporarse. Desprovistos ya de identidad ideológica, predominan ahora otros dos factores en la estabilidad del sistema de partidos y la alternancia en el poder: las redes clientelares y la capacidad o no de los gobiernos para lograr una relativa estabilidad macro-económica.

Un segmento del electorado expresa lealtad a los partidos principalmente porque reciben o esperan recibir beneficios concretos (clientelismo), otro por la evaluación que hacen de la  situación macro-económica y del bienestar económico personal.

Durante la pasada campaña parecía incomprensible que mucha gente se quejara de su situación económica y a la vez dijera que votaría por Leonel Fernández.

Para este segmento del electorado, la evaluación de la macroeconomía pesó mucho en la selección del candidato. Esto es comprensible por la crisis económica de 2003-2004, aún fresca en la memoria de muchos votantes.

 Pero no siempre será así. Cuando la ciudadanía olvide los efectos nefastos de la inestabilidad macro-económica, vinculará el voto más a su situación económica inmediata. También podría ocurrir que el partido que logró la estabilidad macro-económica en un momento no lo logre en otro.

Todos son factores que afectan los procesos electorales y el futuro mismo del sistema de partidos.

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