Hacia un consenso sobre el tercer camino

Hacia un consenso sobre el tercer camino

El siglo recién terminado fue duro con las ideologías simplistas, tanto de izquierda como de derecha. El experimento del Gran Comunismo está virtualmente terminado (exceptuando a algunos bastiones, como Cuba y Corea del Norte). La ideología de derecha, representada por el fundamentalismo neoliberal de mercado del Consenso de Washington, no tuvo mucho más éxito, aunque sus fallas con frecuencia no sean reconocidas.

Los últimos cincuenta años han mostrado que aunque el desarrollo es posible, no es ineludible. Los países más exitosos en este renglón los de Lejano Oriente aplicaron políticas por completo distintas al Consenso de Washington. Antes de la crísis financiera de 1997, Asia oriental no sólo experimentó tres décadas de crecimiento sin precedente, sino también de una reducción de la pobreza sin precedente.

A partir de estos éxitos surgió un nuevo punto de vista, un «Tercer Camino» entre el socialismo y el fundamentalismo de mercado. Irónicamente, Estados Unidos, por largo tiempo un celoso defensor del fundamentalismo de mercado, se desarrolló siguiendo su propio «Tercer Camino». La industria estadounidense creció tras paredes tarifarias. Desde la primer línea de telégrafo entre Washington y Baltimore, construída por el Gobierno Federal en 1842, hasta la moderna Internet; desde los servicios de extensión agrícola en el siglo XIX hasta las investigaciones del sector militar en el siglo XX y XXI, se promovió a las nuevas industrias a través de una silenciosa política industrial de mercado.

No hay, claro, un solo «Tercer Camino» aplicable a todos los países y todas las situaciones, sino una variedad adaptada a las circunstancias sociales, políticas y económicas de cada país. Sin embargo, estos «terceros caminos» tienen mucho en común:

 Abordan de forma balanceada todo lo relacionado con gobierno y con mercado, reconociendo que ambos son importantes y complementarios. Solos, cualquiera de ellos puede tener problemas. Las fallas del mercado son un hecho de la vida, pero también lo son las fallas del gobierno. Las ideologías neoliberales asumen la existencia de mercados perfectos, información perfecta y una serie de otras cosas que ni siquiera las economías de mercado que tienen el mejor desempeño pueden satisfacer.

 Mientras los liberales se preocupan por un gobierno excesivo, el gobierno débil impide el crecimiento porque los estados débiles no pueden asegurar el orden y el cumplimiento de la ley, no pueden hacer cumplir los contratos y no pueden asegurar un sistema bancario seguro y saludable. Fue, después de todo, la poca regulación la liberación de los mercados de capital y financiero impuesta en Asia del este por el FMI y el Departamento del Tesoro estadounidense lo que llevó a la crísis financiera de 1997. La cuestión no era cómo llevar a cabo una rápida derregulación, sino cómo desarrollar el marco regulatorio correcto.

 Reconociendo estos límites, las políticas públicas deberían dirigirse a mejorar tanto los mercados como el gobierno. Una experiencia emocionante del tiempo en el que estuve en la Casa Blanca durante el gobierno de Clinton fue ayudar a hechar a andar la iniciativa del vicepresidente Gore llamada «Reinventando el Gobierno», a partir de la cual se desarrollaron técnicas y políticas para incrementar la eficiencia, eficacia y habilidad de respuesta de las agencias gubernamentales. Hoy en día, en prácticamente todos los renglones desde la habilidad de respuesta hasta las consultas telefónicas y los costos de transacciones la oficina del seguro social estadounidense es mejor casi que todas las compañías de seguros privadas.

 La igualdad es importante, y debería ser un objetivo explícito de las políticas. Las teorías pasadas enseñaban la economía gota a gota: que la mejor forma de ayudar a los pobres es «hacer crecer la economía». El crecimiento requería desigualdad, se decía, porque los ricos ahorrarían más y harían un mejor trabajo con la inversión. De hecho los pobres no podrán beneficiarse con el crecimiento o tendrán que esperar demasiado tiempo a menos que el crecimiento sea acompañado por políticas contra la pobreza. El crecimiento a largo plazo en Asia ha demostrado que las políticas igualitarias ayudan al crecimiento. Indonesia expone el peligro de ignorar estas inquietudes. Las políticas inspiradas en la ideología del FMI llevaron a una depresión masiva en Indonesia, y luego a la eliminación de subsidios a la comida y al combustible en el preciso momento en el que el desempleo florecía y los salarios reales se desplomaban. Los disturbios que siguieron eran predecibles, y fueron predichos. Olvidando la compasión, fue una mala política económica. La recuperación de la devastación, de la fuga de capital y de la erosión de la confianza que resultaron, tomará años. La economía no se puede separar nunca de los asuntos sociales y políticos.

Estos preceptos del «Tercer Camino» pueden parecer mero sentido común elementario. El sentido común, sin embargo, está con frecuencia ausente en la definición de políticas. A pesar de que la teoría económica y la evidencia en la que se basan estos preceptos se desarrollaron durante los últimos veinticinco años, siguen siendo discutidos. Quizá ya no es «políticamente correcto» ignorar a los pobres y son pocos quienes hoy en día apoyan la economía gota a gota abiertamente. ¡Pero no se dejen engañar! Las mismas personas que promovieron el Consenso de Washington ahora traen el «Consenso de Washington Plus», haciendo loa de la educación, especialmente de las jóvenes. Las mismas personas que abogaron por el «gota a gota», ahora dicen: «El crecimiento es necesario y casi suficiente para reducir la pobreza».

Tras la nueva retórica acechan las viejas políticas neoliberales de privatización y liberalización sin sentido. La liberalización y la privatización hechas correctamente, como parte del Tercer Camino, pueden ayudar a los pobres. Llevadas a cabo mecánicamente, por ideología, incrementan la pobreza y la desigualdad, y estorban al crecimiento.

¿La privatización ha generado crecimiento en Rusia, por ejemplo? Unos cuantos oligarcas recolectaron miles de millones, pero lo hicieron exprimiendo los activos, en lugar de crear riqueza. La liberalización del mercado de capital de Rusia llevó a una extensa fuga de capital, no el prometido flujo de inversión. Mientras el estado regalaba las joyas de la nación, no podía pagar las miserables pensiones de los pensionados.

Como fue promovida por los «programas de ajuste estructural» del FMI, la liberalización suponía llevar a los empleados desde trabajos de baja productividad hasta trabajos de alta. En demasiados países, sin embargo, los llevó de baja productividad a cero, desempleo. Esta es una receta, no para el crecimiento, sino para incrementar la pobreza.

Cómo podría haber sido distinto si las políticas del FMI llevaron a tasas de interés del 10%, 20% y más altas, tasas a las que la creación de trabajos sería obstaculizada si se estuviera en el mejor de los medios empresariales, olvidemos el medio prevaleciente en los países en desarrollo. Los problemas de la privatización de los trenes en Gran Bretaña y la derregulación de la electricidad en California han mostrado desnudos los peligros de las políticas neoliberales incluso en las mejores circunstancias.

Ahora es el momento correcto para un consenso del Tercer Camino, más allá del pensée unique neoliberal de Washington: una visión balanceada de los mercados y el gobierno, rehusarse a confundir los medios (como la privatización y la liberalización) con los fines y tener una concepción más amplia de estos fines; no un mayor PIB, no mayores ingresos para los menos, sino la creación de un crecimiento democrático, equitativo y sostenido.

Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía en el 2001 y profesor de economía en la Universidad de Columbia, fue presidente del Consejo de Asesores Económicos del presidente Clinton y Economista en jefe y vicepresidente Senior del Banco Mundial.

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