Hacia un nuevo concepto de desarrollo

Hacia un nuevo concepto de desarrollo

En la medida en que la actividad política, especialmente la gubernamental o la que se ejerce desde el gobierno, se coloca del lado del llamado pragmatismo materialista y al mismo tiempo se entre-mezcla y enmaraña con los sectores de poder, se hace definitivamente mucho más complicada, confusa y parcial.

Se convierte la mayoría de las veces en el objetivo de los sectores con poder. Les hace perder a los gobernantes el sentido de las cosas razonables y lógicas que deberían hacerse para beneficiar a todos los sectores, particularmente aquellos que menos oportunidades tienen. Los aleja del concepto del bien común.

Pero lamentablemente, para muchos políticos, expertos, historiadores, analistas de ayer y de hoy el “éxito” se mide más en función de cifras y de las cosas que se puedan ver, que por las ideas y conductas que pudieron inspirar y acompañar esas acciones. Lo que valen son las cosas contables. Aquellas que se pueden enumerar o palpar.

El relumbrón material para ellos vale mucho más que cualquier idea, y aunque ésta le dé la vuelta al mundo. Las ideas solo les sirven para citas memorables. Y así va el mundo, sobre todo uno como el nuestro, que a juicio de esos políticos, gobernantes y gente con poder, podemos alcanzar el desarrollo que han alcanzado otras naciones, igualándolos en los aspectos materiales, llámense Metro, avenidas, parques, edificios, monumentos, que nadie discute su valor, pero cuando las demás necesidades estén satisfechas o por lo menos cuando no exista gente sin trabajo, analfabetas, desnutridos y enfermos física y moralmente.

El nuevo concepto materialista del desarrollo en contraposición con la concepción humanista y social que éste debería tener y en el que debería sustentar todo su accionar, es lo que podría marcar la diferenciación de los partidos políticos y establecer la base para la elaboración de una nueva plataforma programática en la que se conceptualice un esquema más completo del Estado y la nación desde esa óptica, donde el principal actor sea el ser humano, pero todos los seres humanos.

Un nuevo concepto donde se establezca claramente hasta dónde puede llegar la intervención del Estado y hasta dónde los grupos de poder. Un nuevo concepto donde se pongan límites claros y definitivos, comprobables y medibles de forma simple a los posibles alcances de los grupos insaciables que miden el desarrollo en función de sus riquezas. Ahí podría estar la clave de la diferenciación política.

De un lado, los que crean en un estilo de gobierno en el que el desarrollo sea hacer y deshacer con el Estado y sus propiedades lo que les venga en ganas y puedan convertirlo en algo así como un mercado de pulgas y que solo haciendo más rico a los ricos, abriéndoles todas las puertas y oportunidades para que continúen sin fin en sus andanzas; y por el otro, un concepto humanista del desarrollo con los límites normales, pero no antojadizos de los gobernantes y funcionarios, donde las necesidades sean las verdaderas prioridades humanas, no las de un grupo. Continuaremos.

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