Hacia una Educación Transformadora

Hacia una Educación Transformadora

 

Dada la complejidad social y los cambios vertiginosos del mundo al que asistimos en la actualidad, resulta pertinente al abordar el tema de una educación transformadora plantearse un sinnúmero de interrogantes que sirvan de guía para el camino a recorrer: ¿Qué es la educación? ¿Qué es lo que se pretende transformar a través de la educación? ¿Qué significa educar? ¿Quién educa a quién? ¿Es necesario educar? ¿Por qué y para qué? ¿Cuál es el mejor contexto para educar? ¿Cuáles son las herramientas necesarias para la educación hoy? ¿Qué es lo más importante en el proceso educativo? ¿Quiénes deben formar parte de dicho proceso? Y así podrían formularse una cantidad indefinida de interrogante.

Sin pretender responder de forma exhaustiva a todos estos interrogantes en un solo artículo, parece oportuno, tomando en consideración que nuestro país está inmerso en un proceso de revolución educativa, realizar algunas acotaciones respecto a lo que sería una educación transformadora en nuestra sociedad actual. Pero antes de pasar a ese punto veamos algunas ideas generales sobre la educación.

La educación debe constituir un proceso inclusivo en donde se respete y se valore la diversidad como enriquecedora. Debe ser un proceso integral que involucre a estudiantes, docentes, familias, instituciones educativas, comunidades y Estado. Porque la educación encierra dimensiones e implicaciones políticas, económicas, éticas, espirituales, sociales, psicológicas, epistemológicas y filosóficas.

La educación debe abarcar a todos los integrantes de la sociedad y ayudarles a desarrollar competencias, valores, creatividad, innovación, autogestión, consciencia y compromiso social, inteligencia emocional, habilidades sociales, construir conocimientos generales, etc. Sin embargo, la educación no debe convertirse en el patrimonio de un partido político, ni en propaganda electoral, sino un proyecto de nación sostenible a largo plazo.

En este sentido, una educación transformadora debe ser fruto del avance de toda la sociedad y producir cambios positivos en el individuo y en la sociedad en general. Para que esto sea posible, primero es necesario que la educación misma sea transformada. Porque, como señala Kent Robinson, de poco sirve tratar de elevar los estándares educativos de una educación obsoleta. Es decir, que la educación debe trascender el pensamiento industrial (la creación de empleados) y enfocarse en la formación de mejores seres humanos. De manera que, la educación debe comprender y atender a la  diversidad y la complejidad humana para poder alcanzar su cometido.

Las personas nacen en un contexto socio-cultural, histórico, económico y geográfico el cual va a marcar su punto de partida en la vida. Nacen con potencialidades a la que les predispone la información genética. Desde que nacen las personas son influenciadas principalmente por el núcleo familiar al que pertenecen y también por el medio circundante. Es así que el proceso educativo comienza desde el hogar.

Una educación transformadora debería tomar en consideración el hecho de que cuando la persona llega a la escuela ya tiene una historia (aunque no sea del todo consciente de la misma) que va a sentar las bases de su proceso educativo. La persona tiene una realidad que le acompaña, que condiciona su forma de aprender y de relacionarse y desde la cual se sitúa para extenderse hacia el mundo. Por lo que la educación debe crear el espacio adecuado para que la persona pueda identificar  y desarrollar sus potencialidades. Así como también, su imaginación, su curiosidad, su creatividad y las funciones ejecutivas que le permita alcanzar una madurez integral.

La educación debe enseñar a pensar críticamente la realidad, a cuestionarlo todo y a desarrollar un pensamiento flexible. Debe favorecer una comprensión crítica de la historia, así como también, del mundo en que se vive: cuáles son las reglas de convivencia y cómo insertarse en dicho mundo de la manera más eficaz posible. La educación debe trabajar con la persona desde y con su realidad; comprender dicha realidad y valorarla como parte integral del proceso educativo.

La educación debe ser el proceso mediante el cual la persona pueda convertirse en la mejor versión de sí misma, a partir de la adquisición de nueva información de calidad, de la formación en valores, del desarrollo de sus potencialidades, de la adquisición de las herramientas necesarias que le permitan hacer, tener y vivir mejor consigo y con los demás en igualdad de derechos y convertirse en un sujeto de innovación y transformación de su entorno. Aquí, conviene integrar al proceso educativo los conocimientos provenientes de la Neuroeducación y el manejo de las TICs, como parte de las competencias  que debe poseer un individuo.

En este sentido, es necesario que la educación pase de ser transmisión de conocimientos a ser mediadora crítica del mismo. Pues el problema actual de los individuos no es la falta de conocimientos, sino la ausencia de un juicio crítico que les permita discernir entre la inmensa cantidad de información. Además, ya la información no es monopolio de los docentes, sino que todos tenemos acceso al mismo. Lo que implica que en el proceso, como dirá Freire, aprendemos al enseñar y enseñamos al aprender.

En definitiva, una educación transformadora debería convertimos en mejores seres humanos, poseedores de conocimientos y competencias que nos permitan responder con eficiencia al mundo actual. Debe ser una educación que guarde relación con la realidad inmediata de los individuos, al tiempo que les expanda a un mundo más amplio; que les permita encontrar un significado en el proceso y que les impulse a convertirse en entes de transformación social.

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