Hacia una nueva generación de oportunidades

Hacia una nueva generación de oportunidades

A propósito del Día Internacional de la Juventud, debemos hacer una reflexión sobre la grave problemática que viven diariamente aquéllos que están llamados a liderar el futuro de nuestro país, pero que, paradójicamente, son los que encuentran más baches que nadie en su camino. Hablo de nosotros, los jóvenes dominicanos.
La crisis económica y financiera que ha azotado, en mayor o menor medida, a los países de medio mundo ha encontrado en los jóvenes un foco común. Coyuntura económica aparte, en nuestro país en particular, ser joven ha pasado de ser un valor a un estigma en el entorno profesional. Esta circunstancia, se suma la inequidad y desigual acceso a las oportunidades. Lo que al final termina reflejándose en que más de 400 mil de nuestros jóvenes ni estudian ni trabajan, los famosos NINIS. Concepto despectivo que termina rechazándose, pues en su mayoría no estudian ni trabajan no porque no quieren, sino porque no tienen oportunidad de hacerlo. Lo que verdaderamente los convierte en jóvenes SINSIN, sin oportunidades de educación y sin oportunidades de empleo.
Durante los últimos 10 años de experiencia en el sector público, he tenido la oportunidad de ver cómo, tanto la inversión nacional, como la internacional han replanteado sus prioridades hacia un nuevo epicentro: el sector de la juventud.
Este cambio refleja un síntoma positivo, pero nos plantea la reflexión de porqué la juventud, a nivel mundial, seguimos adoleciendo los mismos males.
Es decir, ha cambiado la perspectiva y se ha tomado como bueno y válido que invertir en juventud es importante para lograr el desarrollo de nuestro país, pero hemos fallado en diseñar e implementar políticas de inversión social integrales que cubran las necesidades de las distintas juventudes de manera estratégica y planificada.
Se pueden citar de manera nominal a 12 de los 23 Ministerios de nuestro Estado que hacen importantes inversiones en el sector, muchos de ellos de la mano a la cooperación internacional de los cuales no podemos dejar de resaltar a USAID, AECID, AGCI, UNFPA, PNUD, entre otros. Han sido los más importantes aliados de la juventud dominicana. Lo que les ha faltado es una guía que les identifique dónde y cómo poner sus recursos para lograr los resultados que desea el Estado a favor de las juventudes. Un Plan Nacional de Juventud.
No cabe duda de que la inversión social en juventud necesite ser cuantificada y atada a planes estratégicos que permitan a todas las entidades públicas y privadas potencializar los recursos y esfuerzos que le dedican a este importante segmento poblacional.
Por citar un ejemplo, el Ministerio de Industria y Comercio pudiese invertir toda su partida presupuestaria en la creación de emprendimientos, sin embargo, sus efectos serán limitados si las políticas que promueven una educación técnica y programática, no se crean desde el Ministerio de Educación. O así bien, si las carreras de ingenierías o financieras no son priorizadas por la MESCyT.
Si bien a nivel internacional se ha convenido, que no se puede tratar a la juventud como si fuera un gran grupo homogéneo, y se ha acuñado el concepto de Juventudes, precisamente por su heterogeneidad, sus diferentes problemáticas, visiones, valores, necesidades y expectativas. La disposición de nuestro presidente el Lic. Danilo Medina, hace de éste el momento oportuno para que comencemos a trazar el camino hacia una generación de oportunidades.
No es necesario descubrir el agua tibia, ni tampoco iniciar desde cero, a lo largo de los últimos años, para partir de lo más actualizado, se han coordinado y acompañado procesos de consultas donde se recogen los temas de mayor importancia para los mismos jóvenes; educación, empleo, emprendimiento, salud, participación y seguridad ciudadana, son los que más coinciden en las reflexiones de la juventud, indistintamente de su condición social o económica.
Todo el país se beneficiaría de una juventud más calificada para afrontar los retos de nuestra sociedad. Pero serían los mismos jóvenes los que se verían más favorecidos si se creasen las condiciones para una coordinación inter-institucional más eficiente. Se dejaría de percibir a la juventud como una idea de dislate, donde somos parte del problema, y se entendería, como el período cronológico donde verdaderamente se generan las transformaciones.

Está claro que hay mucho por hacer y que los Estados latinoamericanos tienen una deuda histórica con las juventudes, sin embargo, podemos sentir la confianza de saber que nuestro gobierno ha trazado la línea de salida para el maratón olímpico en el que nos toca competir los próximos cuatro años. Trabajando juntos, podemos llegar a la meta.

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