Nuestro país, de una población en su mayoría joven, cuenta con una inmensa potencialidad para el desarrollo. Una alta tasa de juventud estudia, lucha y trabaja y merece hacerlo en un clima de paz, de derecho, de seguridad y de participación en los espacios de toma de decisiones, cosa que no es posible desde el actual sistema político.
Hablar de una nueva política no es un enunciado vacío, no es una alegoría, no es un consigna vaga, sino que una nueva política debe ser un esfuerzo por repensar la política, la cultura política desde la cual nos han gobernado por décadas y que nos han sumido en la corrupción, el clientelismo, la impunidad y otros canceres que han impedido el bienestar colectivo.
Ejercer una nueva forma de hacer política, implica un compromiso ético con los valores y principios que le dieron origen a nuestra República. Una nueva política es asumir la decencia y la transparencia como método de trabajo y como carta de presentación, es liberarse de las influencias de la cultura del robo.
La situación actual de nuestro país demanda que cada vez más jóvenes se involucren en la política. Romper con el caudillismo y el personalismo en los partidos políticos, abrirlos, democratizarlos en la práctica más que en el discurso, si esto no es posible entonces tendremos que crear nuevos formas de participación electoral.
Es un compromiso de todas y todos contribuir a erradicar las prácticas comunes y dañinas en las instituciones del Estado, para garantizar el bienestar y el desarrollo humano que carece nuestro pueblo. Por lo cual es necesario producir reformas estructurales en el andamiaje que sostiene el actual estado de cosas.
Caminar hacia una nueva política, por un nuevo país.