Confieso cuando jóvenes nos gustaba “el romo conversao”, como decíamos en San Francisco de Macorís, al inicio de los 60. Debido a las asechanzas de los espías del Régimen, así evitábamos caer en alguna trampa, y para evitar mezclar el trago con la política, hablábamos de mujeres, de filosofía o algún tópico de ocasión.
Era difícil ser muy crédulo, y había amigos que alegaban no poder entender a Dios: “Todo lo bueno, para él es malo: beber tragos, tener sexo…”. (A veces sospecho que esa actitud se ha permutado por otras similares, pero más elaboradas e inteligentes…o en boga).
En cualquiera de nuestras familias habían diversos tipos de creyentes, pero casi ninguno muy religioso. El catolicismo era la religión nacional, y el protestantismo aún solía ser acosado en muchos lugares (convertíos, perros vestíos”, les voceaban).
En las escuelas públicas se impartía teología e historia de las culturas, y por supuesto, se trataban de paso los conflictos entre la religión oficial y hombres de ciencia, quienes por persistir en sus descubrimientos, fueron perseguidos y condenados.
La conducta anti religiosas de muchos sabios tuvo su origen en esa arrogante pretensión de la religión oficial de monopolizar el conocimiento y el saber. Y la inútil pretensión de aquellos sabios religiosos de imponer conceptos y preconceptos religiosos a todo razonamiento, y hasta al sentido común; a menudo afirmado y haciendo parte de sus dogmas cosas que la realidad, la historia y el buen sentido demostraron que eran falsas, o muy diferentes.
Hubo y aún quedan viejos preconceptos y mecanismos de defensa en creyentes carentes de la formación científico-filosófica necesaria para razonar sobre esos temas, por lo que parece no haber aún manera de ponerse de acuerdo entre creyentes y no creyentes.
Tengo amigos y parientes que con los años lucen cada vez más interesados en la sociología y la psicología de las religiones; por demás, un tema bastante tratado por autores de diferentes épocas y nacionalidades.
No conozco publicación alguna sobre antropología o sociología del ateísmo; o psicología o psicoanálisis del ateísmo.
Puede esto deberse a que quienes han escrito y desarrollado estudios y teorías sobre la religiosidad han sido con frecuencia respetables ateos, académicos e intelectuales que han dedicado interesantes lucubraciones al fenómeno de la religiosidad y de la fe.
No me atrevería a decir que la relativa o total omisión del fenómeno del ateísmo se deba a solamente a determinados factores socio-históricos que paso a describir más adelante; pero me gustaría conversar con amigos incrédulos (pero sobrios), ateos o agnósticos (pero valientes), sobre este tema; y la razón de su relativa ausencia en peñas de discusión.
En cualquier caso, la sociología y la psicología deberían examinar con igual rigor científico; por ejemplo: Origen y fundamentos del “ateísmo moderno”. (Porque ser ateo es cosa vieja: Salmo 53:1, Dice el necio en su corazón: no hay Dios).
Sería interesante comenzar anotando que, entre los más connotados ateos y agnósticos de nuestros tiempos, se encuentran, precisamente, gentes del pueblo de Dios, los judíos.