Haciendo caso omiso a variantes virales que se transmiten más. La positividad del coronavirus, que al parecer asusta menos que antes, expresa un ascenso de contagios que en breve podría constituirse en un problema sanitario de dimensión colectiva aunque la enfermedad se mueva, resurgente, con menor letalidad. Crece notable el ausentismo laboral.
Permanece el riesgo constituido por un segmento de la población, que ronda el 35%, que no ha completado la inmunización mediante vacunas que evitan gravedades y muertes y reducen la capacidad de propagación de quienes se acogen a la protección correcta y se constituyen en una bendición para el prójimo.
Los demás, los que huyen de la hipodérmica, forman un ejército de intensos transmisores de las variantes y subvariantes súper contagiosas y son, en alguna medida, motivo para que penda sobre la sociedad la espada de una nueva arremetida de la pandemia.
Son el peligro mayor para muchas personas con sistemas inmunitarios debilitados a causa de otras dolencias y que vendrían a quedar en riesgos extremos por la falta de solidaridad de quienes prescinden de vacunarse pero no se sustraen de los contactos sociales.
Este es un país con altos índices de asma, diabetes y de cáncer tratado ambulatoriamente al menos en fase inicial. En términos estadísticos queda dicho que la franja demográfica que menos debe estar expuesta al covid alcanza una dimensión a tomar muy en cuenta. En términos monetarios, no vacunarse equivale a echar por la borda los millones dólares invertidos en dosis.