Hacinamiento e insalubridad
arropan las cárceles en Haití

Hacinamiento e insalubridad<BR>arropan las cárceles en Haití

PUERTO PRINCIPE,  (AFP) – Sauveur Princil, de 22 años, detenido por una pelea callejera en agosto de 2005 y preso desde entonces sin haber comparecido nunca ante un juez, es un caso típico de las cárceles haitianas, donde el hacinamiento y la pobreza aumenta día a día. 

El caso de este joven ilustra la situación que hace estragos en los centros penitenciarios de este pobre país caribeño, repletos de detenidos que esperan una decisión de la justicia, mientras crece sin cesar el número de presos.

 «Vivimos mal, no podemos dormir, sáquenme de acá», grita Destin Honoré, otro detenido, mientras pasa el director de la prisión durante su ronda de inspección.

 Honoré está encarcelado desde hace 32 meses en la penitenciería de Puerto Príncipe, una antigua construcción a la que se le han agregado nuevas edificaciones. Hubiera podido quedar en libertad tras cuatro meses de detención, pero la setencia a su favor nunca fue ejecutada.

 «Más de un centenar de personas están en esa misma situación. Una decisión judicial los libera, pero la orden nunca llega a la dirección del centro de detención», se lamenta Murat Petit-Homme, responsable de la mayor prisión haitiana.

 Según estadísticas del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas (PNUD) en Haití, en los 1.700 metros cuadrados de esa cárcel deberían alojarse 378 detenidos, en lugar de las más de 3.000 que en realidad hay.

 «La situación es insoportable, los espacios están repletos. Los cuartos que deberían albergar cuatro pensionistas contienen hasta 15», afirma el director de la cárcel.

 Petit-Homme, con formación sobre el sistema penitenciario en Canadá y Guayana francesa, admite que ninguna de las reglas internacionales de detención se aplica en Haití. «No hay celdas individuales, algunas literas están a la intemperie, los detenidos son tratados como bestias y están mal alimentados, con un presupuesto de 10 gourdes (USD 0,35) por día por persona», precisa.

 La mayor parte de la población haitiana vive con menos de un dólar por día, por debajo de la línea de pobreza. «Somos conscientes de la situación, pero no podemos mejorarla. Trabajamos con los medios que el Estado pone a nuestra disposición», dice el director de la administración penal nacional, Jean Roland Célestin. En la cárcel, después de la segunda comida del día, un caldo con verduras, muchos detenidos disfrutan de un recreo. Los que logran encontrar algo de agua se dan un breve baño semanal. Después son encerrados en grupos de 50 o más en cuartos muy estrechos y llenos de insectos.  Frente a esta situación la ONU y la Cruz Roja emitieron recomendaciones.

Los niños

Niños, niñas, niñas madres … En Haití, decenas de menores se pudren en cárceles sórdidas, muchas veces desde hace varios años y sin ninguna esperanza de ser liberados próximamente.  En una prisión para menores en Puerto Príncipe, 130 varones comparten cuatro pequeñas celdas, previstas en realidad para albergar 26 personas.

 Tras las rejas, abundan los empujones cuando llega la hora de dormir y cada uno trata de encontrar un lugar en las camas superpuestas, sin sábanas ni cobijas y con colchones destrozados.

 «Las condiciones de detención son difíciles, la prisión es demasiado pequeña para la cantidad de detenidos», reconoce el inspector Paul Colson Heurtelou. Lo que debería ser un centro de rehabilitación y reeducación es en realidad un infierno para los jóvenes, que a veces deben pasar allí hasta tres o cuatro años. «El 98% de los jóvenes presos detenidos nunca comparecieron ante un juez, y muchos siguen, al cabo de dos años, en detención preventiva», se queja Massimo Toschi, miembro de la Unidad de protección de la infancia de la ONU.

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