Con frecuencia, y a través de los años, cuando el foco de cualquiera cámara fotográfica ha captado el interior de celdas correspondientes al sistema carcelario sin reformar, la escena es de apretujada masa humana semidesnuda, respirando un mismo aire, mezcla de transpiraciones e interacción microbiana.
Cruel trato a seres vivos que no por estar en encierros preventivos o condenados pierden el grado de dignidad que las convenciones sobre derechos señalan porque la humanidad sobrepasó la era de los calabozos inmundos. Aquí eso es teoría. Ese desastre ambiental de individuos hacinados como trozos de carne sin almas no es lo que se espera de un imperio de la mentada seguridad jurídica que debe alcanzar a grandes y chiquitos.
No es ni remotamente un trato civilizado. La presunción de inocencia es una falsedad de las grandes, puesto que la población de “internos” (así quieren que los llamemos en engaño a nosotros mismos) es mayor a la de convictos. En nombre de la sociedad, supuestamente representada por autoridades penales, abundan crueldades como para mandar a las antesalas del infierno a gente sin estar juzgadas.
Esos chiqueros son deshonras para una República que ante el mundo dice regirse por una Constitución que garantiza prerrogativas y obliga a preservar condiciones de vida con equidad a cada ciudadano, incluyendo a los privados de libertad y además exceptuados de encierros dignos.
A jugar la única carta posible
El año lectivo comienza hoy con un trazado sorprendente para sustituir la forma habitual de dar clases y con precariedades y escollos a la vista. La meta obligada es abrazarse a la fórmula escogida con una fuerte inversión adicional.
Caminante no hay camino, escribió Antonio Machado y sea su verso inspiración para ir acomodando la carga sobre la marcha. Se hace camino al andar. El sistema educativo debe autocriticarse cada 24 horas en busca de fluidez y de la calidad a la que faltaría llegar.
Los padres, tutores y adultos cercanos a los niños que necesiten su apoyo están en el deber de fungir de co-educadores, como espera el Ministerio. Ellos también tendrán que revisar sus roles cotidianamente y poner el máximo empeño por seguir adelante. Siembren ideas en esos surcos mentales virginales y saquen provecho del tiempo.