Hadas y duendes

Hadas y duendes

[b]Señor director:[/b]

Desconozco cuál es el mágico encanto o el embrujo que existe en la calle Fco. Pratts Ramírez, justamente entre las calles Emil Boyre de Moya y Luis Desangles (antigua calle 11), del Ensanche Evaristo Morales, de nuestra querida Ciudad Primada. Que todo el que pasa, justamente en la curva, pareciera como que un duende travieso (un pitufo tal vez) empujase el acelerador de todos los vehículos de motor que transitan por el referido sector. Si agregamos que el o los filtrantes que sirven de desagüe están fuera de servicio desde que el peso estaba a menos de 15 por un dólar, con cualquier «aguacerito» el nivel del agua pasa con facilitad los 15 centímetros, altura risible para nuestra Juana Arrendel pero, intolerable para el normal desempeño del tránsito. Entonces, aunque nuestra capacidad de entendimiento no nos lleve a descifrar este acertijo, debemos concluir que, frente al duende, hay por lo menos un hada madrina, que toma en sus brazos protectores, tanto a los carros y sus conductores, que resbalan como una cascarita (hidroplaning), cuando llueve, como a los transeúntes, que a veces lucen como verdaderos acróbatas profesionales.

Solo así se explica que no haya ocurrido un gran número de accidentes fatales, pues las condiciones están más que dadas para que ocurra una tragedia tras otra.

No hay línea de carril (cosa más rara), no existe un reductor de velocidad, aunque justamente ahí está la escuela de pintura del maestro Guillo Pérez y lo que es peor, ni conductores ni peatones parecen estar dispuestos a ceder su espacio.

Es obvio que esto no es una situación particular del referido ensanche pues, por lo que hemos podido observar, esta preocupante condición, se puede extrapolar no solo a diversos sitios de la ciudad capital y «pueblos aledaños», sino a otros planos de la vida del dominicano común.

En efecto, el viaje a los supermercados, se ha constituido en una aventura más peligrosa que las de Indiana Jones en sus buenos tiempos, pues el solo hecho de constatar los precios de los productos que acostumbramos a comprar, puede dar lugar a un accidente cardio-vascular, un derrame cerebral o cuando menos una aplopegia.

Recibir la factura de los prendiones, es otra riesgosa aventura, pues la indignación e impotencia han hecho a más de uno voltear los ojos hacia el cielo y quedar así para toda una eternidad.

Hasta la factura de la farmacia puede ser otra experiencia inolvidable, pues tan solo con llamar por un frasco (el más pequeño) de alcohol, un paquetico de gasas y dos tabletas de «alcanfor», con el objetivo de hacer un remedio para el calor (aplicando tres veces al día en el ombligo), podría desbalancear el maltrecho presupuesto y no quedarnos dinero ni para dos aspirinas.

Dadas estas circunstancias, cualquiera pensaría que regresamos tristes, pues se equivocan, nos vamos felices, pues sabemos que pronto el bienestar habrá de hacerse presente en la tierra que más amó Colón (zafa), ya que pronto vendrán investigadores y científicos de todas partes del mundo para estudiar las diversas capacidades de adaptación del organismo humano a su entorno físico, psicológico y político. Felicidades!!!!!

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