“No confiéis en la violencia,
Ni en la rapiña: no os enva-
nezcais”.- La Biblia, Salmo 62.10.
De la enseñanza de la historia derivamos casi siempre experiencias maravillosas, frutos eficientes que nos sirven de base para juzgar con justicia los procesos evolutivos y regresivos de los accidentes sociales. Sin embargo, a pesar de que las personas conscientes saben que estos procesos sirven como ley invariable para juzgar los acontecimientos históricos por los cuales atravesamos, no dan a la enseñanza de esta disciplina su justo valor social-educativo.
Es una verdad ineludible que la historia forma parte intrínseca de la sociedad, que está regida por el devenir de los acontecimientos; pero sin embargo no aprovechamos su experiencia para juzgar los actos de nuestra vida político-social. ¿Por qué? Porque los hombres de hoy como los de ayer aun damos más importancia a las cosas baladíes que a las verdaderamente de profunda raíz social.
Decía una persona allegada a nosotros que la historia de tipo romántico había absorbido toda la existencia de nuestra atención y nos había llevado a la retaguardia de la evolución. Sin duda alguna esto es lo cierto. Nuestros sentimientos nos han arrebatado y nos llevan por la variable indefinida del caos. Por eso precisamos, en el acto, de una autoeducación histórica independiente de nuestra presente razón de existir, porque de otro modo llegaremos inevitablemente al antiguo sistema del coloniaje, y seremos explotados en nombre de un falso orden social moderno.
Continuara…