Debemos pues ser justos; el hombre del pueblo puede ser engañado varias veces, pero cuando toma una resolución, su represalia es fría, dura y tinta en sangre. Recordemos que la venganza destruye con manos de acero y es insufrible, evitémosla poniendo la razón al servicio de la historia. Nosotros conocemos el mundo un poco más que en la guerra pasada, sabemos qué desea y sabemos también qué es lo necesario y qué es lo inútil, estamos pues conscientes de la labor a realizar, podemos entonces obtener buenos resultados, ¿Por qué no hacer lo necesario, lo que es imprescindible, lo que el llamado de la historia nos reclama? Recordemos que los hechos destruyen las frases y el hombre de esta guerra así lo hará. Vendrá rebelde, dispuesto a seguir la lucha si no se cumplen los principios por los cuales se le ha indicado que lucha.
También recordemos que hoy se están escribiendo en cada una de las partes del mundo las páginas de una obra que hará su aparición por vez primera en el periodo de la posguerra, cuando las armas puestas en manos del pueblo por necesidad de las circunstancias hagan imponer su voluntad porque no se le haya dado lo que se le prometió. Esa violencia no tendrá otra razón de ser que la importancia del bien en función de la comunidad. Evitemos ese derramamiento innecesario de sangre juzgando al mundo imparcialmente, dándole a cada cual según sus necesidades.