El mismo deterioro en calles y carreteras, el mismo desorden urbano, la misma acumulación de basura, iguales condiciones sanitarias y una economía popular de supervivencia, sin cambios respecto a lo existente hace 20 años, fue lo que encontró en Haina un amigo que regresó de su exilio económico en Norteamérica.
El análisis es simple: Numerosas comunidades, como Haina, que aportan ingentes recursos al fisco provenientes del pago de impuestos de sus habitantes, su muelle, sus industrias y zonas francas, no reciben una asignación compensatoria o proporcional a lo que su fuerza productiva aporta a todo el país. El progreso no se ve en la población y la pobreza y la miseria no se corresponden con la riqueza propia de la región.
Estamos acostumbrados a ver progresando rápido a gobernadores, síndicos, diputados, senadores y otros funcionarios con cargos dependientes de militancia política y excepcionalmente unos pocos honran sus familias no utilizando sus posiciones públicas para enriquecerse y como la costumbre hace ley no asombra ver que un anterior fumador de colillas ahora vacacione en hoteles de Dubái.
Si alguien desea comprobar lo anterior, le invito a comparar las condiciones de vida de los funcionarios públicos (designados o electos) antes y después de asumir sus cargos y verán que, con honrosas excepciones, el progreso les llegó en forma sorprendente, la gente se acostumbró a verlos así y la ley no se movilizó para escrutar sus nuevos bienes o fortuna.
La costumbre ha hecho ley que el progreso sea noción política privativa de los que detentan el poder y la ley, al igual que la casa en los centros de juego, pierde y se ríe.