Creo que hoy en día, los dos más grandes problemas que tiene la humanidad son el calentamiento global y los flujos migratorios descontrolados.
Ambos creados por la ambición, la corrupción y el deseo desmedido de poder del hombre.
Los problemas que hoy tiene Europa con la entrada incontrolada de extranjeros, se agravaron por la guerra desencadenada en Oriente Medio, por un insensato Presidente norteamericano. Ese conflicto desestabilizó toda esa región.
En esta parte del mundo, los que deambulan de un lado para otro son venezolanos y centroamericanos, obligados unos por la incapacidad y rapacidad de sus gobernantes y otros empujados por la pobreza.
En nuestro caso, el problema es provocado por el ingreso ilegal de ciudadanos haitianos a la República Dominicana en busca de una mejor vida.
Es importante recordar que Haití y nuestro país compartirán esta isla, mientras el planeta Tierra exista, por esa razón tenemos la obligación de aprender a manejar esta situación, que por el momento no tiene otra solución que aplicar con rigor las leyes migratorias y laborales.
Haití es un país muy pobre, con enormes problemas sin resolver, y extremadamente desorganizado, pero la triste realidad que allí se vive, no es responsabilidad de la República Dominicana.
Todos esos problemas son de su absoluta responsabilidad, pero repercuten de este lado de la frontera. Por esa razón, lo más conveniente para nosotros es que ellos progresen económica e institucionalmente.
Es cierto, que históricamente hemos tenido muchos desencuentros, y lo más probable es que los volvamos a tener, pero sin importar lo que pasó, estamos obligados a entendernos.
Ni extremismos, ni violencia, ni muros resuelven este asunto, eso sólo se soluciona con progreso y mejoría de vida.
Las recientes declaraciones y propuestas presentadas en un foro organizado por INTEC, por Fernando Capellán y Juan Vicini, van en la dirección correcta.
Estos empresarios proponen la creación de una alianza público-privada y un Fondo de Inversión que dedique los recursos a construir las infraestructuras necesarias en la zona fronteriza, para que se pueda motorizar la instalación de una serie de empresas de manufactura ligera, que darían empleos a miles de haitianos y dominicanos.
Con la puesta en práctica de ideas de este tipo, la aplicación de las leyes existentes y el control de la corrupción en la frontera, estamos haciendo mucho más por la solución del dilema haitiano, que todos esos incendiarios discursos nacionalistas que frecuentemente escuchamos.
El gobierno dominicano debería tener un interés especial en este proyecto, ya que todo lo que concierne a Haiti se convierte en un asunto de Estado.
Si nuestros vecinos no quieren o no pueden sumarse a estas iniciativas, nos toca a nosotros hacerlas realidad.
Recordemos que alguien dijo: “La única diferencia entre el éxito y el fracaso, es la capacidad de actuar”.