Haití

Haití

La economía de Haití es la más pobre de América y del Hemisferio Occidental, es decir, Haití es el país con menor PIB per cápita y uno de los más desiguales del mundo. Es un Estado fallido en tanto es casi incapaz de proveer a sus ciudadanos servicios básicos. Ocupa el lugar 138 en el mundo en relación con el PIB y el lugar 161 en el Índice de Desarrollo Humano, uno de los más bajos del mundo.
Sería fácil pensar que para Haití no existe futuro y vender como acción razonable unas relaciones bilaterales fundamentadas en la desconfianza. ¿Por qué sería de otra forma si Haití es un Estado fallido? Haití es un estado fallido, pero sus nacionales, no. Muchos factores, propios e impuestos explican el hecho de que sea considerado el país más pobre del continente americano. Una pobreza, que además de la inequidad en la distribución del ingreso, tiene elementos estructurales.
Haití es un estado fallido, pero sus nacionales, no. Muchos factores, nacionales y foráneos, explican el hecho de que sea considerado el país más pobre del continente americano. Una pobreza, que además de la inequidad en la distribución del ingreso, tiene elementos estructurales.
Esa triste realidad es la justificación que encuentran algunos sectores nacionalistas para basar sus propuestas en el miedo y la desconfianza, elementos que, además, han sido el signo de la historia de las relaciones dominico-haitianas. La tradición, desde la invasión de Boyer hasta la matanza del 1937 en las relaciones bilaterales ha sido de recelo. Eso hay que cambiarlo.
La historia es un devenir y no un mandato “natural”. No tiene por qué repetirse infinitamente. Explotar el miedo como forma de dominación es una cuestión casi instintiva en los sectores que recelan de la idea de que el ser humano puede utilizar la razón para resolver sus retos, pero también es una fuente de poder. Ya había señalado Maquiavelo que era bueno ser amado pero que mejor era ser temido. Y en el patio hay quien lleva eso demasiado lejos.
Así, aunque histórica, la actitud xenófoba de esos sectores no viene tanto de cuentas pasadas como de la intención de controlar electoralmente a la propia población dominicana actual. Las posiciones de nacionalismo radical tienen sus propios temores instintivos. Le tienen miedo a la libertad y a la democracia del propio pueblo dominicano. Por eso también hablan hasta el hartazgo de supuesta dictadura. Llama la atención que las dictaduras verdaderas a las que sirvieron nunca les causó resquemor.
Al interés dominicano le es conveniente un Haití estable políticamente para así tener un verdadero control migratorio, un país en progreso es un país en el cual sus ciudadanos querrán permanecer. Despejar las manipulaciones, atender proactivamente lo que sucede en Haití, el país que paradójicamente es a la vez el más cercano geográficamente al tiempo que es el más desconocido por nosotros. Amplios sectores de la población conocen más las costumbres españolas o americanas que las haitianas, y tienen más información confiable de países en Europa que lo que está ocurriendo en Haití.
En la medida que Haití pueda construir un estado organizado irán fortaleciéndose los intereses económicos haitianos incrementando la capacidad de crear riqueza en ese país, bajando las tensiones sociales y migratorias sobre RD y haciendo el comercio más dinámico y lleno de oportunidades para ambas naciones. Nuestro país tiene que seguir viendo a Haití como un aliado y no como un enemigo.
En vez de ver la relación con Haití como una amenaza basado en el miedo y la desconfianza, debemos construir una agenda dominicana fundamentado en intereses mutuos de progreso, salud, objetivos medioambientales, cooperación y justicia. El problema haitiano no es nuestro problema, pero su solución sí que es también nuestra solución.

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