Haití como promesa

Haití como promesa

Fueron mulatos de la colonia francesa de Santo Domingo los que propulsaron el levantamiento de los esclavos. Cooperantes de los movimientos que precedieron a la toma de la Bastilla, esperaban cobijarse bajo la igualdad, la libertad y la fraternidad entonadas. Mas la Asamblea no tuvo tiempo para las colonias de ultramar. Como lo expresa el poeta don Alfonso de Lamartine, la revolución se devoraba a sí misma. Nunca, escribió en su famosa historia de aquellos sucesos, un acontecimiento como éste consumió tanta sangre para auspiciar la libertad.

Mohinos, los mulatos de la colonia francesa de Santo Domingo comenzaron la obra de la vindicación de los derechos de aquellos esclavos. Y la propia. Como pueden suponerse -de igual manera que eran paridos en la colonia española- los mulatos eran los hijos de blancos y negras. O viceversa, aunque muy excepcionalmente. En el Santo Domingo español era relación habitual la primera, mucho más dable que entre los vecinos. De ahí la queja de don Antonio Sánchez Valverde, porque las bastardías conllevaban la manumisión o el trato considerado. En cambio, esas condiciones sociales fueron impropias entre los vecinos del oeste.

La frustración de los criollos franceses devino, con el andar de los años entre 1791 a 1797, en horribles matanzas. La entrada del ejército napoleónico no contuvo ni las devastaciones ni el movimiento emprendido. Diezmados por la fiebre amarilla y por el incesante ataque de los esclavos sublevados, los restos de aquellas fuerzas pararon en el Santo Domingo español. Haití era independiente y así se proclamó en 1804. Ahora se iniciaba la involución. Proceso éste que no se ha detenido ni en lo político, ni en lo económico, ni en lo social. La condición propia de la vida natural de ese pedazo de la isla tampoco ha escapado a dicha involución.

El pueblo haitiano es un pueblo fuerte, no obstante. Tiene una mayor identificación del sentido de lo nacional que nosotros. Las estructuras etológicas son más firmes y definidas que las nuestras. Adecuadamente guiado, el pueblo haitiano gozaría de condición distinta a la que estadísticas y estudios le atribuyen. Le ha faltado la guía. Y se ha quedado, por consiguiente, en la promesa que fue. La promesa, empero, no ha desaparecido.

La promesa que es Haití es distinta a la promesa dominicana. Países desarrollados y organismos multilaterales no deben vincularlas. Son promesas de expectativas distintas. La isla Española o Santo Domingo no es la isla San Martín. Si República Dominicana se echa a cuestas a Haití, ambos pueblos perderán sus perspectivas. La promesa que es Haití debe cargarse a un pleno ejercicio de justicia social internacional. 

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