La crisis que envuelve a la nación haitiana convoca a toda la comunidad internacional, porque, en estos momentos, el vecino país no tiene quien le dirija.
Haití no tiene ejército, no tiene policías que pongan orden en un Estado, el que está siendo regido por bandas delincuenciales que se dedican al secuestro de empresarios y nacionales de otros países.
Hace tiempo que Haití viene arrastrando una crisis que se agudizó con el magnicidio a Jovenel Moïse; esa nación necesita hoy de una dirección que debe encabezar las Naciones Unidas, junto a los países de grandes economías.
Las acciones preventivas que ha tenido el presidente Luis Abinader son oportunas; pues como país que comparte la isla, la República Dominicana debe estar alerta ante cualquier problemática que surja en su vecino.
Como nación, estamos obligados a ser voceros de las situaciones que allí se viven; no podemos esperar que un pueblo hambriento y sin instituciones hagan frente a las demandas de la población, y venga a nuestro país de manera excesiva en busca de alimentación.
Se hace necesario una acción de los organismos internacionales, pues ya las repercusiones de estado fallido empiezan a surgir; el hecho de que hospitales y medios de comunicación estén cerrando sus puertas por falta de combustible es un indicativo de que algo pasa.
Haití es tierra de nadie donde se asesinan personas a diario, no hay control y, sobre todo, la gente está pasando hambre; son hechos que deben mirar las grandes naciones que en el pasado se enriquecieron, extrayendo sus recursos naturales.
La República Dominicana ha tenido que lidiar con una carga enorme, porque el apoyo que recibía Haití de la comunidad internacional en los últimos seis años se ha reducido a un mínimo extremo.
La problemática de Haití, la situación política, social, humanitaria, climática y medioambiental tienen que ser una prioridad para la comunidad internacional, y no de nuestro país.